HUBO ACUERDO. Argentina y Chile pidieron la mediación del Papa

Argentina y Chile pidieron la mediación del Papa. Compromiso de no agresión y retiro gradual de tropas. Videla informó al país y ratificó el principio oceánico.

MEDIACIÓN DEL PAPA Y PACTO DE NO AGRESIÓN

MONTEVIDEO (De nuestro enviado especial). — Los cancilleres de la Argentina y Chile firmaron anoche en esta ciudad, ante la presencia del emisario del papa Juan Pablo II, cardenal Antonio Samoré, un acuerdo solicitando formalmente la mediación del Sumo Pontífice en la disputa que mantienen ambos países por los límites en la zona austral. Suscribieron también un Compromiso de No Agresión y de retrotraer la situación militar existente a 1977.

La trascendental ceremonia se cumplió en una pequeña y lujosa sala del Palacio Taranco, a las 20.13 hora argentina.

El canciller argentino, Carlos Pastor; su colega chileno, Hernán Cubillos, y el cardenal Antonio Samoré habían arribado al edificio, sede del Museo de Arte Decorativo, quince minutos antes y siendo esperados por los embajadores de Brasil, Paraguay y Estados Unidos, quienes concurrieron para dar mayor solemnidad al acto.

El presidente uruguayo, Aparicio Méndez, fue representado por el vicepresidente, Hamlet Reyes.

Los cancilleres Carlos Pastor y Hernán Cubillos refrendan, en Montevideo, con la presencia del cardenal Samoré, el pedido formal de mediación. (Radiofoto de AP)

Previamente, ambos cancilleres se habían reunido con el enviado papal en la Nunciatura Apostólica en Montevideo para ultimar los detalles del documento.

Los protagonistas de este importante encuentro tripartito arribaron a Montevideo en forma separada. El primero en arribar fue el ministro chileno y poco después el cardenal Samoré. A las 19.18, hora local, llegó el canciller argentino. Todos ellos fueron recibidos por el ministro uruguayo de Relaciones Exteriores, Adolfo Folle Martínez, y los respectivos embajadores acreditados en Uruguay, trasladándose luego a la Nunciatura Apostólica.

En los alrededores del Palacio Taranco, en tanto, se observaba una discreta vigilancia mientras era incesante el afluir de periodistas nacionales y extranjeros.

Según explicaron voceros de la Cancillería uruguaya, la reunión preliminar en la Nunciatura no estaba prevista, pero se llevó a cabo a sugerencia del canciller Folle Martínez, con el objeto de que las partes ultimasen detalles de los documentos a suscribir.

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Tanto los cancilleres como el enviado papal guardaron estricta reserva al arribar al Aeropuerto de Carrasco y declinaron formular declaraciones.

El cardenal Samoré, poco antes de partir de Buenos Aires, había dicho que comenzaba una nueva etapa, a la que calificó de “conversaciones trilaterales entre Chile, la Argentina y el Vaticano”.

El enviado papal había arribado a Carrasco a bordo de un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya, fletado a tales efectos.

La reunión concretada ayer fue la primera entre los dos cancilleres desde el 12 de diciembre último, cuando conferenciaron en Buenos Aires y las negociaciones para una solución pacífica del diferendo quedaron interrumpidas, dando lugar a las gestiones de buenos oficios de la Santa Sede por intermedio del cardenal Samoré, enviado especialmente por el Sumo Pontífice para aliviar la tensión entre ambos países.

Monseñor Samoré dedicó las dos últimas semanas a viajar alternadamente entre Buenos Aires y Santiago con el objeto de analizar la situación y aportar ideas que contribuyesen a buscar una fórmula pacífica de solución al diferendo.

La diplomacia vaticana, trabajando activamente desde Navidad, logró con la firma de estos documentos que la Argentina y Chile llegaran a un acuerdo.

Los cancilleres Carlos Pastor y Hernán Cubillos se abrazan en Montevideo al finalizar la ceremonia de la firma del pedido formal de mediación a Juan Pablo II, mientras el cardenal Antonio Samoré sonríe satisfecho por el éxito de su misión.

El enviado papal arribará hoy de regreso a Buenos Aires, donde en horas de la mañana será recibido por el presidente argentino, teniente general (RE) Jorge Rafael Videla.

Una vez concluida la entrevista, el cardenal Samoré viajará hoy a Roma, para informar al Papa Juan Pablo II.

“No temáis apostar a la paz”

MONTEVIDEO (De nuestro enviado especial). — “Hemos cerrado una etapa de incertidumbre, ansiedad, no solo para la Argentina y Chile, sino para el continente latinoamericano y el mundo entero”, expresó al término de la firma de los documentos el cardenal Antonio Samoré.

Agradecido a Dios por este “preludio de una nueva realidad para los dos países” y dijo que si Dios “no hubiera estado detrás y dentro de nuestros esfuerzos, hubieran sido vanas tantas idas y venidas”, en alusión a sus viajes entre Buenos Aires y Santiago de Chile.

Expresó también su agradecimiento a los pueblos de ambos países por su actitud “serena y cordial y sus oraciones por la paz” y también agradeció al gobierno uruguayo la hospitalidad para la firma de los documentos.

“Hoy vivimos una jornada de paz. No tengáis miedo en apostar por la paz”, enfatizó el cardenal Samoré, un infatigable trabajador de 73 años.

Recordó la inscripción del Cristo Redentor, en la cordillera de los Andes y explicó luego el significado de la paz a juicio del Sumo Pontífice.

El canciller argentino, por su parte, agradeció la intervención de la Santa Sede y a Uruguay por ofrecerse como país neutral, y su colega chileno habló brevemente.

Carlos Washington Pastor, cardenal Antonio Samoré y Hernán Cubillos, por Sábat

“Los textos firmados son más elocuentes que las palabras que pueda pronunciar”, afirmó Cubillos, y comprometió a su país a dar “cumplimiento fiel a los acuerdos firmados”.

Al concluir la sencilla ceremonia, los dos cancilleres se abrazaron con el cardenal Samoré.

El Papa tiene la palabra

MONTEVIDEO (De nuestro enviado especial) — Como dijo el cardenal Samoré, cuando la firma del Acta de Montevideo ya se había consumado, la Argentina y Chile clausuraron ayer un duro, prolongado ciclo “de incertidumbre y ansiedad”.

Las palabras del enviado papal —asentidas casi simultáneamente por los gestos de Pastor y Cubillos— fueron, con seguridad, la mejor y la más esperada síntesis de la jornada, aún contra todo lo que puedan ofrecer, de ahora en más, el Acta misma y el compromiso rubricado por ambos cancilleres en seis ejemplares.

Es que de aquel pico de tensión de 10 días atrás —que dibujaba un horizonte poco propicio— se pasó a otro “clímax”, signado por negociaciones secretas, idas y venidas del cardenal Samoré, consultas, sesiones permanentes del Comité Militar, versiones, desmentidos. En suma, un cuadro de total indefinición. De ahí que la jornada del 8 de enero de 1979 ya no será una más. Como tampoco lo fue para la historia la de mayo de 1902, cuando se firmaron con Chile los “pactos de mayo”. Son hitos que quedarán definitivamente encadenados, cualquiera que sea la ruta que siga el destino de ambas naciones.

Lo cierto es que el día de ayer recién logró estabilizarse cuando los últimos rayos del sol caían sobre el Palacio Taranco, una antigua construcción encajada en el corazón de la Ciudad Vieja, de Montevideo, detrás de la Plaza Zabala.

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Allí, desde hacía varios días se detectaba una actividad poco común. Una actividad que no descuidó el más mínimo detalle y que se encargó de blanquear un sinfín de viejas columnas que estaban descoloridas por el tiempo.

La pericia periodística, al menos esta vez, resultó infalible: cuando el domingo por la noche pocos creían en Buenos Aires y Santiago en un encuentro de cancilleres, las noticias desde Uruguay indicaban lo contrario. Y ocurrió.

Montevideo fue escenario, entonces, de un despliegue imprevisto. Primero, el arribo de Cubillos, luego el del cardenal Antonio Samoré y, por último, el del ministro argentino.

Casi no hubo tiempo de tomar previsiones. A las 19.28, Cubillos, Pastor y Samoré, en el Palacio Taranco, envueltos en un revuelo de policías y público que bordeaban el acceso.

Pasaron algo menos de 30 minutos —de diálogo estrictamente reservado— y las puertas del Salón Dorado se abrieron de par en par.

Detrás de una amplia mesa marrón, rectangular, alumbrada por un imponente araña bañada en oro y con no menos de 30 caireles, estaban los tres protagonistas.

Uno de los asesores del enviado papal dio lectura, entonces, al Acta de Montevideo, que Pastor y Cubillos firmaron solo cinco minutos más tarde.

Juan Pablo II con su enviado, el cardenal SamoréJuan Pablo II con su enviado, el cardenal Samoré

De inmediato se anunció el Compromiso de Paz, también rubricado por los cancilleres. Después surgió la palabra serena, conciliadora, perceptiblemente diplomática del cardenal Samoré.

Habló de la paz, citó con insistencia los mensajes de Juan Pablo II, y tampoco olvidó un párrafo de Paulo VI sobre la paz.

Después le correspondió hablar al canciller Pastor. Fue breve y concluyó con apretón de manos con su colega chileno. Enseguida habló Cubillos. Dirigió palabras de agradecimiento, de elogio para Juan Pablo II y para el enviado.

Samoré tuvo, entonces, otro gesto de su fina sensibilidad política. Dio un paso atrás, casi con sigilo, y dejó abierto el paso para que Pastor y Cubillos terminaran en un abrazo, que se prolongó más de lo esperado por la súplica de los fotógrafos.

Así, prácticamente, terminó la ceremonia. Atrás quedaban dos documentos sobre los cuales se pueden formular algunas reflexiones.

Es obvio que el Acta de Montevideo quedó confeccionada bastante antes del encuentro de ayer. El propio Samoré aseguró, a última hora de anoche, que recién informó del éxito de su misión al Papa antes de volar hacia Montevideo.

El acta permitirá ahora la intervención directa del Pontífice en el litigio austral. Resta sólo que confirme oficialmente su participación y que acepte el pedido de mediación.

El mismo canciller Pastor, en un diálogo con este enviado a bordo del avión, aclaró los alcances de esa intervención:

“El Papa —dijo—, una vez que acepte la mediación, instrumentará la mecánica del trabajo futuro que seguramente se realizará por equipos. Ello podrá demandar 2, 3 o 4 meses de actividad”.

Antonio Samoré desciende de un avión frente a las cámaras Antonio Samoré desciende de un avión frente a las cámaras

Y prosiguió: “El acta de Montevideo está inscripta en la llamada tercera ronda de negociaciones, prevista en el acta de Puerto Montt”.

Pero quedaba un aspecto sin aclarar. Casi vital: ¿Para la mediación del Papa, hubo previamente un acuerdo argentino-chileno sobre diferentes cuestiones del conflicto?

Veamos la respuesta:

“Efectivamente, hubo normas de acuerdo general que se entregarán al Santo Padre. Prácticamente en términos generales hay acuerdo”.

—¿Sobre todos los aspectos?

—Bueno, el detalle abarca numerosos aspectos que habrá que ir viendo”.

Esos aspectos (¿el principio de “costa seca”? ¿las 200 millas marítimas?) serán, sin dudas, los temas que ocuparán el trabajo de las comisiones que instrumentará el Papa. Esa es la difícil tarea que aguarda.

El otro acuerdo firmado, deja mucho menos espacio para la especulación. La Argentina y Chile —reza su texto— no podrán recurrir a la fuerza en sus relaciones bilaterales.

Y es más: deberán retrotraer a principios de 1977 el estado de fuerzas militares en zonas estratégicas, una actitud que podrá ser fiscalizada por comisiones bilaterales.

Como se aprecia, el Compromiso no posibilita sino una única interpretación. El canciller Pastor opinó lo mismo: “El documento lo dice todo…” La paz está asegurada en el tiempo que dure esta instancia.

Eduardo van der Kooy