Boca, mundialDerrotó por 2 a 1 al Real Madrid sin dejar dudas
Mauricio Macri
Expresidente de Boca JuniorsEl equipo de Bianchi fue más sólido y resolvió el duelo al comienzo, con dos goles de Palermo. Luego controló a los españoles, que no supieron cómo vulnerar a Bermúdez y compañía.
Era su obra. Por eso Carlos Bianchi se acercó una vez más al borde de la cancha para vivir de cerca los últimos instantes del partido, mientras que a sus espaldas todos los integrantes del banco de suplentes agitaban frenéticamente sus brazos anunciando el final, la gloria, la locura que se venía como un torrente incontrolable.
Era el Boca de Bianchi que llegaba a la cúspide. Ese Boca modelado a imagen y semejanza, que ganaba como suelen ganar los equipos de Bianchi, con inteligencia, humildad, solidaridad y hasta con una buena dosis de sufrimiento.
Era la final más deseada y como dijo después el técnico suscribiendo una frase de cabecera de Alfredo Di Stéfano: las finales no hay que jugarlas bien, hay que ganarlas. Y así fue nomás.
La escalera al éxito. En cinco minutos, tocado por una varita mágica, Boca ganaba 2 a 0. Y ese es un sacudón que siente cualquiera. El que se pone en ventaja y también el que lo sufre. Nada puede ser igual después de semejante ráfaga. Boca sabía que de allí en más su misión era obstaculizarle el camino a su rival y apostar al contraataque, y el Real se dio cuenta rápidamente que estaba pagando muy caro su distracción inicial. Se afirmaron los roles. Boca tuvo que “trabajar” el partido y el Real buscarlo. A esa tarea se dedicaron los 85 minutos restantes.
La cuota justa. Al goleador se le piden goles. Y Martín Palermo cumplió. Se los cedieron Delgado y Riquelme y esos dos tantos valieron una Copa. Lo demás fue sacrificio para un equipo que lo necesitó provocando el desgaste de los defensores madrileños.
Una luz en el camino. Marcelo Delgado encontró un candidato para sacarle provecho: Geremi. Se fue a la izquierda, lo buscó, lo encaró y le ganó. Abrió una brecha cada vez que tenía la pelota y Boca tuvo un desahogo en sus andanzas. Pero le dejó libre el lateral a Roberto Carlos, quien durante veinte minutos del primer tiempo hizo temblar al equipo de Bianchi con sus subidas y sus disparos (uno dio en el travesaño; otro terminó en gol tras una falla de Ibarra que no sacó la pelota al córner).
¿Con uno solo alcanza? No tuvo socios para compartir la batuta de la conducción o la responsabilidad de manejar y hacer reposar la pelota. Pero a Juan Román Riquelme nadie se la podía sacar en el segundo tiempo. Y con él, Boca tuvo el respaldo del fútbol que necesitaba para no morir ahogado.
Los que se sintieron incómodos. El Real Madrid se afirmó por los costados y en consecuencia el partido pasó lejos del radar del Chicho Serna. Figo y McManaman cambiaban las puntas pero tampoco encontraban la vuelta. Entre Basualdo y Matellán fueron clausurando la ruta de la izquierda y a los españoles sólo les quedó un camino: buscar por el sector derecho de Boca. También intentaron la puntada fina por el medio, pero Raúl no los ayudó.
Patrón y algo más. No la pasó bien Boca en el segundo tiempo. Y a la hora de ponerle el pecho a las balas surgió, como siempre, la personalidad de Jorge Bermúdez para rechazar una y otra vez demoliendo cada intento del Real.

Las figuras no hicieron el equipo. Real Madrid debía jugarse para empatar el partido (pudo haberlo conseguido). Pero no encontraba la fórmula ni con los cambios ni con los cuatro delanteros que puso en la cancha al final para intentar revertir la historia. Al contrario, dio la sensación de que le faltaba esa cuota adicional de recursos, el salto de calidad que tienen los grandes equipos. A tal punto que al no tener variantes se fue desdibujando lentamente y de eso se dio cuenta Boca en la final.
El equipo fue la figura. Boca fue el polo opuesto. Cada uno cumplió con su rol y si no le alcanzó con el bagaje futbolístico lo suplió con entrega. Ellos sí demostraron que tiene ese plus que distingue a los grandes. Por eso son los legítimos dueños de la Intercontinental.
Boca mira el mundo desde arriba. El ciclo de Bianchi que comenzó hace dos años y medio de una mañana fría allí en Tandil, tuvo su broche de oro una noche gélida y ventosa en Tokio. Pero también los hinchas de Boca miran todo desde la cima, porque esa asombrosa multitud que hizo latir el estadio Nacional como si fuese la mismísima Bombonera también fue partícipe de esta historia. Ellos, con la fuerza y el entusiasmo que contagiaron, mantendrán la nueva Copa, durante largo rato, bañada con las lágrimas de una emoción interminable. Miguel Ángel Vicente
MARTÍN I
Iban apenas 2 minutos y llegó el primer gol de Boca y de Palermo para ir convocando a la gloria. Unos metros adentro del campo de Real Madrid, Matellán metió un pase profundo y recto que el Chelo Delgado picó a buscar desde el medio hacia la izquierda. Sin marcas, el ex delantero de Racing tuvo tiempo de llegar hasta el fondo, levantar la cabeza y meter el centro justo a media altura para que Palermo inaugurara su gran día, tocándola de zurda al gol.
MARTÍN II
A los 6 minutos la locura estallaba en Japón, en la Boca y en buena parte del país. El Pepe Basualdo agarró una pelota cerca del área propia y la abrió para la magia de Riquelme. El 10, de repente, sacó un pelotazo perfecto de 40 metros, que encontró la carrera de Palermo en tres cuartos de cancha, apareado por la marca de Geremi. Pero Martín no le dio tiempo para nada al defensor del Real, y apenas pisó el área sacó un zurdazo cruzado que dejó impotente la estirada del arquero Casillas.
PISALA DE NUEVO, ROMÁN
Pisala de nuevo, Román, que vos sabés hacerlo. Y ésa es una marca registrada de la Nuestra. La Nuestra, que siempre existió y que ahora la quieren matar los severos tacticistas de las simplificaciones. Pisala de nuevo. Un moño para allá y otro moño para acá. Así estos japoneses entienden algo más de la belleza de este juego. Aprovechá ahora que te están viendo en 180 países. Mostrale al mundo que en la Argentina todavía funciona la fábrica. Que los modelos Tucho Méndez, Adolfo Pedernera, Coco Rossi, Enrique Omar Sivori, Angel Rojas, René Housemann, entre cientos, dejaron la horma. Y que algunos atrevidos todavía la prueban. Pisala de nuevo, Román. Así los representantes del glorioso Real Madrid, un grande de verdad inclinan ante la evidencia. Pisala. Un moño para aquí y un moño para allá. Si a todos les gusta lo mismo. Pisala. No dejés de pisarla nunca, pibe. Y nunca perderás la frescura.
EL FESTEJO DEL PLANTEL. La intimidad de un vestuario eufórico
Los jugadores pidieron descanso, pero Bianchi y Santella les recordaron que el domingo se viene San Lorenzo. La felicidad mezclada con la seriedad de un plantel que quiere más.
Mañana no entrenamos /Oh...oh,oh,oh,oh! Mañana no entrenamos/ Oh...oh,oh,oh,oh”.
El centro del mundo está envuelto en cuatro paredes. Son las nueve de la noche aquí, la misma hora pero de la mañana en el otro lado del planeta. Y ese pañuelo que es el vestuario de Boca encierra todas las sensaciones en una como atrapadas en un puño. Boca vibra, salta, festeja, se emociona, disfruta. Y Clarín es fiel observador de todos los detalles de la intimidad. El Mellizo Guillermo Barros Schelotto en una punta y el Chipi Barijho en la otra (todavía disfrazado y con un gorrito con flecos en la cabeza) son los directores de la murga. Pandolfi, Traverso, Fagiani y Gustavo los siguieron en orden jerárquico en el papel de acompañantes. Es la hora de los sentimientos a flor de piel.
El grito de “guerra” está dirigido al profesor Santella, uno de los guías de este grupo. Pero cuando el Profe entró al vestuario —mientras Bianchi y Palermo estaban en la conferencia de prensa obligatoria— les respondió con un gesto. Que podría traducirse con un nada diplomático “de acá”. Y era cierto, nomás. Hoy, miércoles, (anoche en la Argentina) hubo un movimiento regenerativo en un gimnasio cercano. Es que a la vuelta, el domingo, San Lorenzo espera por el Apertura.
Hubo alguien que entendió: “Mañana nos pelamos”. Entonces, le preguntó a los colombianos si se iban a rapar. Bermúdez respondió serio: “¡No...! Yo no puedo, no entro en esa”. Chicho no hizo falta que respondiera, porque se corta al ras y es uno de los pelados del plantel. Y Córdoba se rió: “¡No...! Qué me voy a pelar. No me da la cabeza”. Música de cumbia sale desde el radiograbador de Riquelme. Hay ritmo de bailanta y frenesí, mucho frenesí. Se va Fernando Hierro, el capitán del Real que fue a saludar e intercambiar una camiseta al vestuario de Boca, y el grito cambia por el de Figo pesetero/Figo pesetero. No fue el único que entró en el juego del trueque, tan común en estos tiempos de crisis. Él cordobés Medina cambió su campera de Boca con uno de la organización, que le dio un camperón blanco, largo hasta debajo de las rodillas, con la inscripción Toyota Cup en la espalda. Mientras, el agua mineral viaja a chorros por el aire. Los destinatarios son Sergio Gendler, de Canal 13, y el camarógrafo Mario Sacchi, alias El Corto, que prácticamente salió bañado del vestuario (sólo pudo cubrir la cámara con una toalla).

Hay emoción y también un festejo silencioso. Emoción en Córdoba, Chicho y Basualdo, quien con los ojos casi llorosos, abrió su alma: “Estoy muy emocionado. Y eso que todavía falta vivir la otra fiesta cuando mañana al mediodía lleguemos a la Argentina”. Bermúdez no quiso casi soltar la Copa: la tuvo siempre a su lado “marcándola” como si fuese el delantero más peligroso. Silencio en los más pibes (Burdisso, Marchant, Battaglia), quienes parecen monjes de un convento haciendo retiro espiritual. Ibarra parece petrificado: permaneció sentado con la cabeza viajando vaya a saber a cuántos kilómetros de distancia. Alrededor cantan como si estuviese la barrabrava. Y se reemplazan a los bombos golpeando los bancos y las puertas de metal del vestuario.
Al margen de cierta fría distancia, Mauricio Macri tampoco se salvó de los dardos punzantes de los jugadores. “Estabas cagado, eh...”, le recriminaron. El presidente se sonrió. Pero nadie se acercó a él cuando éste tomó las Copas y posó para una foto. Es el momento de recordar a los primos. Y el “vamos a llevar a la Argentina/la Copa que perdieron las gallinas, las gallinas...” o el “ya se acerca Nochebuena/ya se acerca Navidad/ para todas las gallinas/el regalo de papá” retumban como si fuera el latido de la Bombonera.
Riquelme habló. Y vía celular envió saludos a su padre Cacho “que me banca la gente del barrio San Jorge (su gente), a su esposa Anabella, a su hijita Florencia. “Y a los hinchas de Boca que no pudieron venir a Tokio”.
“Mañana no entrenamos/Oh...oh, oh,oh,oh. Mañana no entrenamos/Oh...oh,oh,oh,oh”. Gritan sin parar, casi sin fuerzas. El cierre, cuando se iban, lo dio Bianchi. Como siempre concentrado en las cosas que importan. Dirigiéndose a Barijho, uno de los más eufóricos, le dijo: “Pensá en Tuzzio, que el domingo no te la va a dejar tocar y para evitar eso hay que trabajar”. Así es la trastienda de éste Boca multicampeón: festeja y disfruta cuando consigue el objetivo. Trabaja y se entrena para conseguirlos. Julio Chiappetta