Bombardearon la Casa de Gobierno: Muchas Víctimas
Por la mañana
La urbe amaneció en completa normalidad. Trabajadores y empleados concurrieron a sus trabajos mientras los escolares colmaban los establecimientos educacionales de toda la ciudad y el panorama no presentaba absolutamente fase alguna que pudiera hacer prever el desarrollo de inmediatos y cruentos acontecimientos. En el sector céntrico comercial, la actividad de transeúntes y compradores era la común en día hábil.
Pero, pasadas las 11, comenzaron a circular extraños rumores que se transmitieron de boca en boca, hasta alcanzar una insistencia precursora. Se hablaba de un movimiento de índole no definida, y prácticamente en toda la ciudad circulaban las más inquietantes noticias
Se confirma el rumor
Este rumor habría de intensificarse media hora más tarde, cuando comenzó a tomar forma y a cobrar más fuerza aún, empero sin concretarse en forma alguna. A las 11.30 se recibió en la redacción de Clarín el llamado de uno de nuestros cronistas en la Casa de Gobierno quien nos advirtió de la existencia de una situación anormal que habría de crecer hasta tornarse dramática.
La radiotelefonía
Poco después comenzaban las estaciones radiales a dar una impresión, aunque sucinta, de que ocurría algo irregular. Especialmente una emisora identificada más tarde como irradiando desde el Uruguay, dio a conocer, una presunta proclama revolucionaria en la que no aparecía ninguna firma responsable. Cobró cuerpo entonces la versión de que un movimiento revolucionario contra el gobierno había estallado y ello puso a la calle un estado de nerviosidad expectante, sin que por ello se advirtiera pánico ni siquiera gran azoramiento. Los grupos conversaban animadamente y el transporte colectivo seguía circulando casi normalmente.
Primeros ataques
A poco de la hora anunciada para el acto en el cual aviones militares habrían de sobrevolar la Catedral con el fin de desagraviar la memoria del Libertador General José de San Martín, se escuchó en la lontananza el rugido de los motores aéreos. Quienes se hallaban en la plaza de Mayo consideraron que se iniciaba el homenaje, y, lógicamente, todos los transeúntes que se encontraban en el lugar miraron hacia el cielo.
Habrían de sufrir una ingrata y cruel sorpresa. El primero de dos aviones —Douglas DC3— picó hacia la Casa de Gobierno y, en vuelo rasante con los techos de la edificación del lugar, arrojó dos bombas, que cayeron, separadas apenas por unos 25 metros, una frente al ministerio de Hacienda y otra casi sobre una de las bocas del subterráneo a Primera Junta, allí existentes.
La primera bomba incendió y transformó en pavesas, en contados instantes, dos automóviles estacionados junto al cordón de la acera, mientras la segunda destruyó a otros dos vehículos.
Una persona que intentaba subir en ese preciso momento a uno de estos autos recibió la explosión de frente y cayó de espaldas, mientras otras —cuatro o cinco quizás— caían heridas de muerte por las esquirlas esparcidas en todas direcciones.
Empieza el terror
Tras los primeros instantes de estupor se produjo una reacción de terror en quienes, inermes y totalmente desprevenidos, eran atacados a mansalva por los aparatos que se suponía dispuestos a tributar un homenaje y arrojar flores sobre la Catedral.
Serían aproximadamente las 12.30. Se escuchó en seguida de los dos primeros aparatos, el sonido inconfundible de varios Gloster Meteor de propulsión a chorro.
Al mismo tiempo, y por el lado de la Casa de Gobierno, sobre Paseo Colón, comenzó un nutrido tiroteo que provenía del edificio del ministerio de Marina: además, se advirtió la presencia de un helicóptero que también arrojaba algunas bombas.
El fuego de fusilería y ametralladoras de los sublevados se hacía desde la plazoleta Colón y playa de estacionamiento de la estación de servicio del Automóvil Club Argentino, ubicada sobre la avenida Leandro N. Alem, entre la Casa de Gobierno y el edificio de Correos y Telecomunicaciones.
Mientras tanto, caían los primeros muertos civiles, apresuradamente recogidos por otros transeúntes que, a riesgo de sus vidas, procuraban apartar de la línea de fuego que, por momentos, era de una gran intensidad, a los numerosos heridos.
Comunicado oficial
Por LRA Radio del Estado se irradió entonces el primero de los boletines oficiales en el cual se expresaba, en síntesis, que grupos aislados de la Marina y parte de la aviación naval habían provocado disturbios y que el Ejército y la Aeronáutica permanecían leales al gobierno. Este comunicado, como los que se conocerían en el curso de la jornada, estaba firmado por el presidente de la República, general Perón.
Reunión de Gabinete
Por la mañana; poco antes del estallido de los sucesos señalados, en la Casa de Gobierno se reunió el gabinete, presidido por el jefe del Estado, con la excepción del ministro de Marina. El general Perón, pasado el mediodía, se constituyó en el ministerio de Ejército, desde donde dirigió las operaciones destinadas a reprimir la intentona revolucionaria.
Cae un avión
Desde una azotea de las Barrancas de Belgrano se vió a las 13.30 que un cañón antiaéreo, cuya ubicación no pudo precisarse, hacía varios disparos contra una escuadrilla de siete aparatos. Eran los que habían iniciado el bombardeo de la Plaza de Mayo. Uno de los aviones, alcanzado por un impacto directo, estalló en llamas y a pesar de los evidentes esfuerzos de su piloto para enderezarlo, cayó en las aguas del río.
En Plaza Mayo
Mientras tanto, se vivían tensos momentos en la zona de la plaza de Mayo. Los soldados que custodiaban la Casa de Gobierno habían abierto el fuego contra el ministerio de Marina y demás lugares desde donde se les atacaba, a la vez que dispararon contra varios puntos de la Plaza de Mayo, ocupándola a poco militarmente. El tiroteo a espaldas del palacio gubernativo se escuchaba sin intermitencias. Muchos eran los heridos, especialmente contra los grupos civiles que intentaban acudir en defensa del gobierno.
El nuevo ataque
Fue a poco que se produjo el segundo ataque aéreo; los aparatos, de diversos tipos, en número aproximado de 8 a 10, se presentaron sobre la zona céntrica y esta vez, tras arrojar sus bombas, hicieron funcionar las ametralladoras.
Uno de los testigos presenciales instalado en Alsina y Paseo Colón, vió cómo una bomba destrozaba un trolebús repleto de pasajeros y; a Ia vez, causaba numerosas bajas entre la muchedumbre reunida en el lugar. Muchos de los proyectiles alcanzaron a personas que esperaban los vehículos de transporte para retornar a sus hogares. No faltaban mujeres ni niños a quienes atraparon los acontecimientos.
Cuadrillas de voluntarios comenzaron a recoger a los heridos, mientras los cadáveres eran cubiertos, con diarios o con sus propias ropas.
Los aviones evolucionaron varias veces. Uno barrió con su ametralladora el sector de Avenida de Mayo al 1300. Otro picó hacia la central obrera y dejó caer dos bombas sobre la multitud que ahí se estaba concentrando.
Decrece el Fuego
A las 15.30 decrecieron los tiroteos a la vez que cundía la voz de que dos buques de guerra, desde la rada, habrían abierto el fuego en dirección a la ciudad. En los alrededores de la Plaza de Mayo, no menos de 30.000 personas, muchas de ellas con armas y ocho tanques con ametralladoras antiaéreas, permanecieron a la espera.
Instantes después, con la nueva presencia de los aviones que habían realizado una vuelta, se reanudó nuevamente el fuego, al que se unió la fusilería que hostigaba desde el Arsenal Naval a la guarnición de Casa de Gobierno. No por ello dejaban de intentar aproximarse al foco de los sucesos camiones con trabajadores que enarbolaban banderas y expresaban calurosamente su adhesión al general Perón.
Bandera blanca
A las 15.17 en el Ministerio de Marina alzan la bandera blanca de rendición. Se afirmaba que el ministro, contralmirante Anibal O. Olivieri, estaba en el interior del edificio. El tiroteo decrecía entonces hasta cesar por completo.
Pero, al volver a pasar poco después algunos aviones insurgentes que ametrallaron y bombardearon la Casa de Gobierno, los sublevados arriaron la bandera blanca que alcanzó a flamear algunos instantes y retornaron a resistir. Una ametralladora es la primera en volver a romper el fuego y su tableteo se escuchó durante largo rato.

En esos momentos recrudeció el combate. Las ametralladoras antiaéreas instaladas en la Plaza de Mayo abrieron nuevamente el fuego. Dos aparatos aparecieron en vuelo rasante y dos de las bombas alcanzaron la estructura de la Casa de Gobierno.
En la esquina de Corrientes y San Martín se registró un nutrido tiroteo entre varios grupos, partiendo muchos disparos de la sede de la Alianza Libertadora Nacionalista a la vez que se les respondía desde la calle.
A las 15.30 escuadrones de la Gendarmería Nacional formaron en Sarmiento al 200 —donde se encuentra su sede central— y armados con cañones de pequeño calibre y armas automáticas, tomaron posesión de las calles en dicho radio, normalizándose a poco la situación, no sin que quedaran tendidos varios cuerpos en el pavimento.

Último ataque
Pasó, finalmente, un avión rezagado, sin duda, con respecto a los restantes —que ya habían o estaban por aterrizar en el territorio del Uruguay—, que hizo una descarga con sus ametralladoras, la cual fue respondida por las baterías antiaéreas de la Plaza de Mayo.
Fue éste el último acto del alzamiento que acababa de ser aplastado, con excepción de algunos reductos, circunscritas y rodeados, a los que el primer mandatario instó a rendirse, si no querían ser destruidos.
Habla Perón
Fue entonces que hizo uso de la palabra el primer magistrado de la República, general Juan Perón, quien habló en tono emocionado, pero sereno y con palabra clara y precisa.
“Les hablo desde nuestro puesto de comando, que, como es lógico, no puede estar en la sede del Gobierno, de manera que todas las secciones que se han realizado sobre esa han sido tirados sobre un lugar inerme, perjudicando solamente a algunos ciudadanos que han muerto por efecto de las bombas.
La situación está totalmente dominada. El ministerio de Marina, donde estaba el comando revolucionario, se ha entregado, está ocupado y los culpables detenidos.

Deseo que mis primeras palabras sean para encomiar la acción maravillosa que han desarrollado el ejército, ni un solo cabo ni soldado ha faltado a su deber. No hablemos ya de los oficiales y de los jefes, que se han comportado como valientes y leales.
Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo de la Marina de Guerra, que es la culpable de la cantidad de muertos y heridos que hoy debemos lamentar los argentinos."