El final del laberinto. Jorge Luis Borges murió ayer en Ginebra a los 86 años

Edwin Williamson

Autor de “Borges: Una vida”

Un cable de una agencia internacional anunció ayer al mediodía, hora local, la muerte, en Ginebra, de Jorge Luis Borges. Su apoderado confirmaba, horas más tarde, en esta capital, que el deceso se produjo por cáncer de hígado, en horas tempranas y en el departamento que el escritor había arrendado hacía pocos días en un sector residencial de la ciudad suiza. El célebre autor nombró heredera universal de sus bienes a su esposa, María Kodama. Durante todo el día de ayer las informaciones provenientes de París y de Ginebra se limitaron a confirmar escuetamente la noticia. En tanto, su apoderado dijo aquí que Borges será sepultado en Ginebra, como era su deseo. El gobierno argentino adhirió al duelo y el presidente Raúl Alfonsín emitió una declaración resaltando los valores literarios y morales del autor de El Aleph. La noticia conmovió hondamente el medio intelectual argentino y latinoamericano. Manifestaciones de pesar y la valoración de su vasta influencia fueron recogidas por Clarín. Diferentes enfoques del Borges escritor, de sus contradictorias expresiones políticas, de la comunidad entre su estilo y el mundo mítico de Buenos Aires son parte de esta entrega especial, que incluye también resonancias en el exterior y un relevamiento del impacto que la noticia produjo ayer en la tranquila tarde de las calles de Buenos Aires.

Borges cumplió un papel decisivo en la historia cultural argentina de las últimas seis décadas.

Una noticia que conmovió al país

Si “la infancia es la patria del hombre”, como afirmó Charles Baudelaire, Jorge Luis Borges, falleció ayer en Ginebra durante la mañana —era madrugada aquí—, y que se sabía mortalmente enfermo, confirmó el aserto: eligió para morir uno de los lugares donde, según confesó, fue feliz. Allí había estudiado y obtenido el bachillerato mientras que el resto de Europa se desangraba en la Primera Guerra Mundial.

El gobierno nacional argentino adhirió, mediante un decreto, al duelo por la muerte de Jorge Luis Borges, de quien afirmó que “acrecentó el prestigio de la República como lógica consecuencia de su descollante labor en el campo de la cultura.”

El asesor cultural del Presidente, Luis Brandoni, declaró que “espiritualmente es hoy día de duelo nacional” y expresó su deseo de que los restos de Borges sean repatriados.

En una declaración con motivo de la muerte de Borges, el presidente de la Nación, Raúl Alfonsín, señaló que “la obra del insigne poeta y prosista, extendida a través de más de 60 años devotos y consecuentes, tuvo la doble virtud de renovar el idioma común y de hacerlo fertilizar con otros contenidos y otras dimensiones”.

La muerte de Borges, que el 24 de agosto próximo hubiese cumplido 87 años, fue comunicada por el escritor argentino Hector Bianchotti, que reside en París, a la agencia France Press. A las 11 de la mañana aquí —16 en Europa— se divulgaba por las principales capitales del Viejo Mundo. A mediodía —hora local— la recibían las redacciones de nuestros periódicos y cuando ya eran las 17 aquí, el apoderado del escritor confirmó en Buenos Aires la muerte “por cáncer de hígado”.

Las comunicaciones de los cables fueron escuetas durante todo el día de ayer y en realidad fue aquí, en Buenos Aires, donde el apoderado del gran escritor suministró detalles sobre el fallecimiento.

La muerte de Borges fue confirmada en Ginebra por el jefe del protocolo de la ciudad, Robert Vieux, quien se limitó a decir: “Murió en su hogar. La policía fue avisada esta mañana”.

Borges mantenía su domicilio en secreto desde que se mudó a la ciudad suiza, con gran reserva, hace tres meses. Allí se casó con María Kodama, su compañera de los últimos quince años.

Borges y Kodama. Poco antes de su muerte se casaron. Borges y Kodama. Poco antes de su muerte se casaron.

Días atrás, Borges se había mudado desde un hotel, cuya ubicación y nombre se escondieron a la prensa, a un departamento situado en el casco viejo de la ciudad, cerca del lago de Leman.

El barrio está ubicado en una colina, alrededor de la catedral de San Pedro, es de calles estrechas bordeadas de mansiones austeras y allí habita la burguesía protestante de Ginebra.

En el hotel donde Borges vivió durante meses, los empleados se limitaban a recibir mensajes telefónicos destinados al escritor. Tras su partida, el hotel siguió funcionando como “poste restante”.

Amigos íntimos guardaban un estrecho cerco en torno de Borges impidiendo todo contacto con la prensa, y desde ese círculo se comunicó a AFP que Borges en realidad permanecía casi todo el tiempo en su cuarto y en los últimos días se encontraba ya seriamente debilitado.

Desde Ginebra y París, durante toda la jornada de ayer, se mandaron hacia aquí “rebotes” de informaciones originadas justamente en esta capital, donde el apoderado de Borges ofreció una conferencia de prensa.

La “sorpresa” de la muerte de Borges consistió en que nadie la esperaba tan pronto, aunque su radicación en Suiza, su casamiento con la compañera de sus últimos años y la liquidación de sus bienes en Buenos Aires hicieron presumir que su salud estaba quebrantada.

Jorge Luis Borges (“Clarín”, 20/03/80)

La calle, entre azorada y dolorida

Mientras en Buenos Aires el fútbol era tema absorbente y mucha gente invadía el centro, llegó la noticia de la muerte de Jorge Luis Borges. Puede afirmarse que no se conmovió la sístole y diástole de la ciudad. Pero hubo quienes se apenaron. Todos reconocieron su estatura universal y otros lo criticaron. Uno de los más conmovidos era el mozo que lo atendió durante muchos años. Lo admiraba sin límites. Uno de Barracas dijo: “Fue el Maradona de los versos”.

El relator deportivo hablaba sin parar. Conexiones con México, fútbol local, comentarios, especulaciones. De pronto, se interrumpió. La “o” tubular de un gol de Huracán se estiraba en el éter. Pero no era la fanfarria local lo que había acoquinado al hombre. Rehaciéndose, interrumpió: “Que nos llega una noticia urgente. Ha fallecido en Ginebra, Suiza, Jorge Luis Borges”. “Es una noticia importante”, respondió otro comentador. Y siguieron los relatos, los goles, un párrafo sobre la filosofía del fútbol brasileño. Buenos Aires vivía una tarde de sábado de excitación. Menos mal que al de la radio se le ocurrió: “Parece mentira. Ayer falleció Benny Goodman. Hoy, Borges. Qué cosa, no”

Jorge Luis Borges retratado por Gerardo Ottino en febrero de 1982Jorge Luis Borges retratado por Gerardo Ottino en febrero de 1982

Al llegar la noche, las calles del centro eran todo animación. El gentío se volcaba en los cinematógrafos, sacaba entradas en los teatros, las parejas se admiraban en las confiterías. Argentina o Uruguay, he aquí el dilema.

Pero en Corrientes y Montevideo, cuatro jóvenes esperaban, indecisos. A ojo de buen cubero, dedujimos su condición de intelectuales. Los cuatro, estudiantes de psicología. Modernos, realistas. Juan José, el primer portavoz, admitió que era una noticia triste, ésa de la muerte del poeta. “Fue universal, su aporte a la cultura latinoamericana es enorme. Pero no se puede omitir una tilde extranjerizante en Borges, sobre todo en los últimos tiempos…”

Su amigo José comparte tal parecer. Y acota: “Ese mal manejo, muy publicitario, del casamiento, me disgustó”. José ha leído poco de Borges, pero sabe que es el primero entre los literatos nacionales y eso es motivo para lamentar la desaparición.

Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo.

Paula opina luego: “Debemos agradecerle la fama mundial, como argentinos. Borges tenía motivos para morir, entre otras cosas por sus 86 años. Hizo bien en casarse; eso pertenece a su fuero privado”. En cambio, Fernanda le enrostra haber “renegado de lo argentino” y haber sido “evidentemente conservador”. Además “ya estaba fuera de su tiempo, como él mismo lo reconoció hace poco”.

En la confitería de la esquina, la ingeniera Norma Christopher refiere: “Me enteré esta tarde. Por cierto, sentí tristeza. Yo he leído algunos cuentos suyos y admiraba profundamente su inteligencia. Creo que al casarse con María Kodama hizo una obra de bien. Borges le ha legado serenidad. Admiro su gesto.”

No podía faltar en el ambiente un poeta. Nada menos que Alfredo Carlino, recién llegado de Bolivia, Perú y el noroeste del país. “Fue un gran creador y nos ha legado una obra fundamental. Yo disentía profundamente con sus ideas. Borges tenía ideales oligárquicos, pero fue un escritor peculiarmente argentino. Solo en nuestro país se podía dar ese tipo de intelectual. La primera parte de su obra me parece la mejor. Sus Cuadernos de San Martín, Luna de enfrente, Fervor de Buenos Aires. Pensar que fue alguna vez yrigoyenista y participó en demostraciones populares. Se ha ido el último gran personaje argentino…”

Y ¿qué pasa frente a la casa que fue de Borges? Ahora el departamento de Maipú 994, sexto piso, está cerrado, a oscuras. Hay un vecino, Marcos Martijevic, austríaco, jubilado, que apoya su bastón sobre una baldosa y recuerda: “Oh yo lo veía con frecuencia. Sabía que era un gran hombre. Educadísimo, gentil. Saludaba si lo saludaban. Me siento orgulloso de haber cruzado alguna vez dos palabras con Borges. Oh, nosotros tenemos al ilustre poeta Lenau, el más importante de Austria…”

Pero Pedro Ortega, conserje de un hotel cercano, lo evocó con afecto: “Inspiraba un gran respeto. Borges ya era su propio monumento. La gente le cedía el paso, le pedía autógrafos. Nunca se negó. Y esa señorita, María Kodama… con cuánta paciencia y amor escuchaba sus dictados…”

María Kodama y Jorge Luis Borges por las calles de Buenos Aires. María Kodama y Jorge Luis Borges por las calles de Buenos Aires.

Realmente compungido se lo ve al mozo Miguel Ángel Quiroga. Atendió a Borges y a María Kodama por espacio de largos años. “La noticia me apenó muchísimo. Todavía lo veo venir, ubicarse en “su” mesa y permanecer en silencio. Era de una humildad total”.

—¿Era generoso? Digo, con las propinas.

— Era generoso en su trato. En su amabilidad. Y esto era más importante que una buena propina…

“¿Sabe que a veces tenía arranques de buen humor? Hacía chistes. Conmigo hablaba de tangos. Como soy de Avellaneda, decía que le encantaba la gente del Sur. Tenía recuerdos de Adrogué y de Lanús. Ahora que ha muerto, lamento no haberle pedido jamás un libro. En cambio, un día le pedí un bastón muy original. Se lo habían regalado en Grecia. Era uno de sus favoritos y me lo prometió, pero ahora…”

“La última cena de Borges y María Kodama en este restaurante fue en noviembre del año pasado. Cuando se despidió, me dijo: ‘Volveremos a vernos el próximo octubre…’ Cuando me enteré de que se había casado con María Kodama, pensé: Es un acto de amor, un gesto muy noble. Yo jamás consideré esa posibilidad. Ni remotamente. Sabía que entre ellos existía una gran afinidad. María se había consagrado a Borges con grandeza humana. Ella es sencillamente extraordinaria. Una dama de enorme dignidad. Antes de irse del país, ella le enseñaba japonés. Ambos terminaban de hacer un trabajo sobre el inglés clásico y la perspectiva de viajar al Japón lo alegraba como a un chico…”

El último entrevistado, “Perico” Pérez, estaba frente a su, digamos, alojamiento, en Barracas. Le preguntamos si lo había impresionado lo de Borges.

—Borges —opinó— fue el Maradona del verso en la Argentina…

Emilio Petcoff