EL HOMBRE LLEGÓ A LA LUNA
El LEM, tripulado por Armstrong y Aldrin, se posó a las 16.18 (hora argentina) sobre el suelo selenita, tras eludir un cráter erizado de rocas. Collins, desde la nave comando, vigiló la maniobra, a la vez que iniciaba su 15 órbita lunar. El trío de conquistadores actuó en todo momento con pasmosa serenidad y salpicó la riesgosa operación con frases de buen humor.
CENTRO ESPACIAL, Houston, 20 (AP). — El hombre realizó hoy uno de sus sueños inmemoriales, cuando dos lacónicos estadounidenses de 39 años, a bordo de un curioso artefacto con forma de araña se posaron sobre la superficie de la Luna, a las 16.18 (hora argentina), iniciando sin solemnidad una nueva etapa histórica de incalculables alcances, como culminación de una experiencia espacial que mantuvo en electrizante tensión a toda la humanidad.
Neil Armstrong y Edwin E. Aldrin —los nuevos conquistadores del siglo XX— fueron los protagonistas de la colosal empresa, que se complementa con el primer paseo sobre la superficie lunar, y el posterior y no menos riesgoso despegue.
La dramática epopeya comenzó hoy a las 13.47, cuando Armstrong y Aldrin, instalados en el módulo lunar LEM, bautizado “Águila”, lo separaron de la nave comando y servicio “Columbia”, donde permaneció vigilante su compañero Michael Collins, a cargo de la delicada operación de acoplar ambos artefactos.
Una explosión de júbilo sacudió al mundo al anunciarse el feliz descenso de los dos cosmonautas, pero millones de personas vieron frustradas sus esperanzas de verlo por televisión en vista de que a último momento se suprimió la transmisión.
El descenso del módulo se cumplió sin inconvenientes, salvo una ligera corrección de último momento, para impedir que el “Águila” se posara dentro del cráter de un volcán erizado de rocas.
Todo es perfecto
Aldrin y Armstrong tuvieron muy poco tiempo para gozar del estupendo panorama que se les presentaba. Al emprender el descenso, después de inspeccionar el vehículo LEM —que había sido previamente observado visualmente por Collins desde la nave comando—, emprendieron el descenso hacia la Luna, unos accidentes y cráteres iban ganando en sobrecogedora magnitud a medida que el artefacto devoraba distancias a fantástica velocidad.
“El «Águila» tiene alas” gritó alborozado el circunspecto Armstrong, cuando el módulo lunar inició el descenso, después de haber circunvalado durante catorce veces la superficie lunar.
“Todo marcha a la perfección” acotó desde la nave de comando Collins, teniente coronel de la Fuerza Aérea, que seguía atento los movimientos del módulo.
"Hable, Luna". Tonomac se adhiere a la hazaña del sigloEl primer encendido de los cohetes de descenso, en la “araña” sacó el artefacto de su órbita original y lo envió a una trayectoria ubicada a menos de diez millas de la superficie lunar.
El descenso había sido calculado para las 16.14 de este domingo 20 de julio, ya incorporado a las grandes fechas de la historia humana.
Sin embargo hubo cuatro minutos de diferencia, debido a una corrección de emergencia que Armstrong y Aldrin hicieron para evitar que el módulo cayera en el profundo cráter de un volcán.
Vuelan cabeza abajo
Cuando los dos artefactos se separaron, Collins comentó en tono jocoso: “Parece que tienen un buen aparato, aunque vuele patas para arriba”.
Desde el “Águila” una voz respondió inmediatamente: “a ver cuál es la que está volando invertida” aludiendo a la total falta de referencia para determinar la verdadera posición.
Veinticinco minutos después, Collins disparó el cohete de su nave de comando, y se colocó dos millas delante del módulo “los veré luego”, saludó, ese “luego” son 30 horas de dramático suspenso que incluirían el descenso y la caminata sobre la Luna, como también el posterior despegue de retorno.
“Navegas muy bien” lo saludó Armstrong, cuando el “Columbia” se perdía por encima del módulo espacial.
El módulo lunar "Águila" del Apolo 11, en configuración de aterrizaje, fotografiado en órbita lunar desde el Módulo de Comando y Servicio Columbia. Collins, a bordo de la nave de comando, mantendrá una solitaria vigilia, circunvalando la Luna en una órbita de aproximadamente 112 a 135 kilómetros por encima de la superficie selenita, aguardando el momento del acoplamiento, para conducir de regreso a la Tierra a sus dos compañeros.
Armstrong y Aldrin navegaron dentro del módulo boca abajo, con sus pies hacia adelante, con la mirada fija sobre el inquietante panorama lunar que se les abría debajo.
La primera descripción que hizo Armstrong de la zona de alunizaje fue muy lacónica. Se excusó de haber tardado un poco más de lo planeado en el alunizaje.
“El mecanismo automático los llevaba directamente a un cráter del tamaño de una cancha de fútbol con gran número de grandes prominencias y rocas, y fue necesario que controláramos manualmente el vuelo sobre el terreno rocoso para encontrar una zona razonablemente buena”, explicó con voz jamás turbada por la emoción.
Neil Armstrong, comandante de la Apollo 11Aldrin, mirando desde la ventanilla del módulo, comentó que “prácticamente hay todas las variedades de rocas que uno puede encontrar. El color varía según se mire, pero parece predominar un tono especial en todo”.
Los primeros minutos en la superficie lunar transcurrieron en silencio, en circunstancias en que Aldrin y Armstrong se aprontaban para un despegue de emergencia, en caso de presentarse alguna dificultad imprevista.
En esos dramáticos instantes, ambos cosmonautas debieron adoptar la trascendental decisión de despegar de la Luna o permanecer en su polvorienta superficie, agitada por la acción de los cohetes impulsores del módulo.
Ante el alborozo general, los altavoces del centro espacial difundieron la palabra de Armstrong, quien con gran serenidad anunciaba: “Habla de la Base Tranquilidad. El «Águila» ha descendido”.
El nombre de la base se tomó del llamado Mar de la Tranquilidad, en las proximidades del cual descendió el artefacto.
"Y en la tierra...Citizen"Cambio de características
Casi de inmediato, el centro de control de Houston comenzó a referirse a los astronautas con una característica radial de Base Tranquilidad abandonando la antigua palabra de código de “Águila”.
Durante el descenso, según explicó Armstrong, estuvo demasiado ocupado para reparar en el maravilloso paisaje que se ofrecía a sus ojos, como también para prestar atención en varios de los “mojones” anticipados por el centro espacial. Desde éste, los técnicos le informaron que no debía preocuparse.
“Debes saber que hay una multitud de caras sonrientes en este centro y alrededor de todo el mundo”, dijo el locutor del centro espacial.
“Aquí también hay dos”, respondió Armstrong.
“No olviden a la tercera aquí arriba", terció Collins, desde la nave del comando. “A ustedes, en la Base Tranquilidad, les digo que han realizado una tarea fantástica”. “Tu limitante es mantener en órbita esa base, por nuestro bien”, replicó jocoso Armstrong.
Panorama agreste
El panorama lunar, entretanto, parecía resultar más agreste que lo imaginado por los dos cosmonautas.
“Estamos en una planicie relativamente lisa, con cráteres de dos a 15 metros. Vemos algunos despeñaderos. Y hay literalmente millares de pequeños cráteres de 30 a 60 decímetros de diámetro. Vemos algunas prominencias angulares frente a nosotros de medio metro a un metro”, añadió la serena voz del imperturbable Amstrong.
“Hay una colina a nuestra vista, al frente. Es difícil de calcular, pero debe estar más o menos a un kilómetro”, agregó. El horizonte lunar está a una distancia de unos 2,4 kilómetros.
La tensión originada por la velocidad del descenso fue estremecedora, aunque aparentemente no afectó a Armstrong y Aldrin. La velocidad de 5.954 kilómetros por hora fue reducida, al funcionar el motor cohete de descenso, cuyas lenguas de fuego iluminaron el espacio, quebrando sus tinieblas.
El comandante Armstrong dentro del módulo lunar, mientras éste se encontraba sobre la superficie selenita. Momentos dramáticos
Con una pasmosa tranquilidad, cual si estuviesen cantando los números de un sorteo de lotería, los dos astronautas informaron en todo momento sobre los datos de altura, velocidad, presión y aproximación hacia su anhelado objetivo.
Los instantes que precedieron el descenso fueron realmente dramáticos.
“Águila”, aquí “Columbia”, acaban de darles desde Tierra la señal de partida para el descenso, informó Collins a sus dos colegas.
“Altura actual, 40.000 pies”, se oyó desde Houston al locutor del centro de control, a medida que iniciaba la descripción del descenso sobre la Luna. “Todo parece bien desde aquí”.
Luego se desarrolló el diálogo siguiente:
“Águila”: “Nuestro control de descenso muestra que estamos algo más abajo”.
“Centro control”: “Continúen con el descenso. Todo va bien desde aquí”
“Águila”: “Estamos advirtiendo algunas fluctuaciones en…”
C.C.: “Todo marcha bien”.
“Águila”: “Nos parece que estamos más avanzados en el descenso”.
C.C.: “Continúen con los motores para el descenso, continúen con el descenso. Todo marcha muy bien”.
“Águila”: “La luz de altura se ha prendido. Podemos ver la Tierra a través de nuestra escotilla frontal”.
C.C: “Todo marcha estupendamente, “Águila”, todo marcha muy bien. Prepárense para el alunizaje”.
“Águila”: “Comprendido, listos para descenso, 3.000 pies… 2.000 pies… Muy bien, parece que todo va bien”.
C.C.: Comprendido, tenemos muy buenos informes. Todo marcha muy bien a ocho minutos del descenso. “Águila”, todo bien… Adelante…
“Águila”: “450 pies… 400 pies… Bajamos suavemente… 200 pies… 100 pies… 75 pies… Todavía todo muy bien. Nos desviaremos algo hacia la derecha. Muy bien. Detuvimos motores”.
C.C.: “Atención, «Águila» , los recibimos muy bien”.
“Águila”: “Atención, Houston… Aquí la base Tranquilidad. El “Águila” ha descendido sobre la Luna”.
UN ÉXITO QUE ES PRODUCTO DE LA COOPERACIÓN TOTAL
HOUSTON, 20 (Envíado especial). — Acabamos de asistir a la conferencia de prensa ofrecida por el doctor Thomas O. Paine, administrador de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio. Fue la primera ofrecida luego del histórico alunizaje de la Apolo 11. Dijo el doctor Paine que acababa de hacer llegar un mensaje al presidente Nixon expresándole que el alunizaje se había realizado con toda felicidad y que los astronautas Armstrong y Aldrin se encontraban en perfectas condiciones. Agregó que aunque todavía resultaba necesario superar varias etapas peligrosas, evidentemente se acababa de dar un paso gigantesco. “Se ha abierto una nueva era —agregó—. Parece mentira estar escuchando las voces de los hombres que se encuentran en la Luna”. Aludió en seguida al hecho de que hace dos días se habían recibido informaciones de Rusia relativas a la operación de la Luna 15 y que el suministro de esos datos podría significar el comienzo de un nuevo tipo de colaboración en el campo de la ciencia y la tecnología espacial. Al hacérsele notar que las voces de los astronautas tras haber alunizado no demostraban emociones, dijo el doctor Paine que era cierto que esas voces parecían perfectamente controladas, pero que evidentemente detrás de esa actitud aparentemente apática se escondía una gran emoción.
El pie derecho de Armstrong deja su huella sobre la superficie lunar Más adelante agregó que desde su punto de vista personal este viaje a la Luna constituía una evidencia de que en el futuro podrían alcanzarse situaciones similares a las que existen actualmente en el terreno de la aviación y que evidentemente el hombre estaba llamado a conquistar otros lugares ubicados fuera del planeta a que pertenece. Manifestó que los últimos momentos del descenso lunar el presidente Nixon pasó junto al astronauta Borman y que evidentemente los mismos le habían causado una gran emoción. Tras subrayar que el programa inmediato prevé nuevos lanzamientos conforme a un plan perfectamente previsto, atribuyó el éxito de la misión Apolo al esfuerzo de cooperación procedente de todos los sectores. Es este, dijo, un triunfo que alcanza a toda la humanidad.
Gerardo A. Gonzalo. Enviado especial de Clarín en Houston.