Murió Kirchner
Sorpresa, conmoción y dolor en el país. El ex presidente falleció ayer a las 9.15 en El Calafate tras sufrir un infarto. El féretro con sus restos llegó esta madrugada. Será velado desde las 10 en la Casa Rosada y sepultado en Río Gallegos
Murió a la misma hora en la que había nacido. Las dos cosas pasaron, con sesenta años de diferencia, muy cerca de las nueve de la mañana. Néstor Carlos Kirchner, el político más poderoso del país, descansaba ayer en su casa de El Calafate cuando su cuerpo, ya antes aquejado por disfunciones coronarias, se sacudió por un infarto fulminante. A su lado estaba su esposa, la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández. Una ambulancia lo llevó al hospital de la ciudad. Intentaron reanimarlo. Kirchner murió. Fue Presidente, gobernador de Santa Cruz tres veces, intendente de Río Gallegos, era el titular del Partido Justicialista, diputado y secretario general de la Unasur.
Su muerte provocó una conmoción en la opinión pública y en la política nacional. Varios mandatarios extranjeros, como Hugo Chávez y Lula Da Silva, participarán de los funerales que comenzarán a las diez de la mañana de hoy. Kirchner será velado en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos de la Casa Rosada: su cuerpo llegó esta madrugada a la Capital. Se espera que lo visite una multitud.
Decenas de miles de personas se movilizaron ayer a la Plaza de Mayo. Muchos tiraron flores por encima de la reja de la Casa de Gobierno. También se pegaron carteles en apoyo a la Presidenta. El país estará en duelo durante dos días más. Kirchner será enterrado en el cementerio de Río Gallegos, la ciudad donde nació el 25 de febrero de 1950, y en la que su abuelo, Carlos, se estableció en 1904. El santacruceño descendía de suizos, croatas, españoles y alemanes.
Los principales dirigentes de la oposición y el oficialismo enviaron ayer sus condolencias a la Presidenta. Los mensajes coinciden en el llamamiento a la unidad nacional. Dos ex presidentes con los que Kirchner militó en su momento saludaron a quien era ahora su rival: Carlos Menem y Eduardo Duhalde enviaron su pésame a la familia presidencial y describieron respetuosamente al ex mandatario como un hombre de “convicciones” y “empuje”.
La muerte de Kirchner abre un interrogante sobre el futuro del Gobierno. Estaba casado con la Presidenta desde hace treinta y cinco años. Más allá del obvio impacto emocional que causará en la mandataria, su “compañera de toda la vida”, como él la llamaba, habrá también una forzosa modificación en la toma de decisiones gubernamentales. Las grandes medidas de esta gestión, y de la anterior, lo tuvieron siempre como ideólogo, consejero o fuerte impulsor. Se ocupaba de los más diversos detalles de la administración. Un día antes de morir, por ejemplo, habló cuatro veces con el ministro del Interior, Florencio Randazzo, a quien llamó por última vez hacia las ocho de la noche del martes, cuando éste estaba reunido con dirigentes del Frente Grande. Kirchner también habló el martes con el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, uno de sus principales aliados, quien convocó para hoy a una movilización en la Plaza de Mayo. El jefe del bloque de los Diputados K, Agustín Rossi, resumió el sentimiento en el que oficialismo está sumido por estas horas: “Va a ser difícil pensar todo sin Néstor”.
El cura párroco que visitó a la Presidenta, Carlos Álvarez, contó que Cristina mostró fortaleza. Le dijo que iba a seguir “luchando por todos los argentinos”. El primogénito de Kirchner, Máximo, agregó que “ahora hay que trabajar más que nunca”. La hija presidencial, Florencia, vive en los Estados Unidos: llegó anoche a El Calafate.
La muerte de Kirchner fue repentina pero hacía un tiempo que su salud estaba deteriorada. Su médico, Luis Buonomo, determinó que falleció debido a un “paro cardiorrespiratorio no traumático” a las 9:15 de ayer. En febrero había sido operado por una obstrucción en su carótida derecha. El mes pasado le practicaron una angioplastia por una obstrucción en una de sus arterias coronarias. Padecía de colon irritable. Nunca bajó su irrefrenable ritmo de trabajo, pese a los consejos médicos.
Llegó a la Presidencia el 25 de mayo de 2003. Lo votaron 4.312.517 de personas. Salió segundo, pero Menem se bajó del balotaje. El día que asumió tomó el bastón de mando, con las dos manos, haciendo un gesto de esfuerzo pero que denotaba satisfacción. Murió en el poder. Nicolás Wiñazki
Los últimos días de Néstor Kirchner: pese a su salud, nunca paró e hizo política hasta el final
Sin tener en cuenta las recomendaciones médicas, no bajó el ritmo de su actividad
El Calafate. Enviado especial. Nunca paró. Nada lo detuvo. Así, como alguien que nunca entendió el freno que su propio cuerpo le intentaba poner, Néstor Kirchner aceleró al máximo y encaró el fin de 2010 como una recta en la cual debía sortear todos los obstáculos. Incluso los imposibles.
El lunes, Kirchner habló con el dirigente del Movimiento Evita y diputado de la provincia de Buenos Aires, Fernando “Chino” Navarro. Estaba entusiasmado. Según la información que recibía, los números mejoraban y el 2011 parecía aún más cerca. Conversaron sobre encuestas en la provincia de Buenos Aires y prometieron verse hoy en el acto que se iba a realizar en Lomas de Zamora en el primer aniversario del anuncio del Gobierno por la Asignación Universal por Hijo.
Antes de eso, la agenda de la Presidenta y Kirchner buscó paz. El viernes, el ex presidente tuvo su última aparición en un acto público. Fue en Chivilcoy, junto al ministro del Interior, Florencio Randazzo. El desgaste por el asesinato del militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra todavía se sentía. En la intimidad, esa muerte golpeó a Kirchner con dureza. Pese a todo, en Chivilcoy, se mostró con ganas y fuerza, al contrario de lo que había ocurrido los últimos actos donde se lo veía cansado.
Luego de ese acto, el matrimonio presidencial viajó hasta Río Gallegos. Ahí, en su tierra recuperaron una vieja costumbre. Juntos caminaron por la ciudad, se sacaron fotos y el sábado viajaron hasta El Calafate. Cristina, que salía de un cuadro gripal y Néstor, que necesitaba descansar.
La villa turística era ese lugar en el mundo. Evitaron la fiesta por un nuevo aniversario de la Unidad Básica “Los Muchachos Peronistas” (la primera sede del Frente para la Victoria en Río Gallegos y lugar histórico para Kirchner) y viajaron hasta El Calafate.
El martes el teléfono no dejó de sonar. Kirchner arrancó el día con toda su atención en La Plata. Hugo Moyano tenía su segunda reunión con el Consejo del Partido Justicialista bonaerense como presidente y a Kirchner le interesa saber cómo respondía el cuerpo duro del PJ. Las horas fueron pasando y la mitad de los consejeros del peronismo orgánico fueron fallando.
Kirchner habló con el jefe de la CGT y logró asegurarle una presencia mínima que le permitiera continuar con la reunión. Por la tarde habló con Florencio Randazzo. Recordaron el acto del viernes y el ministro del Interior lo mantuvo al tanto de una reunión con dirigentes del Frente Grande. En esa conversación, el ex presidente volvió a recordar el acto en Lomas de Zamora e incluso se adelantó en la agenda aún más: le pidió a Randazzo que no faltara al acto del viernes en Mar del Plata.
Luego de los llamados telefónicos, Kirchner invitó a la residencia Los Sauces al empresario y amigo, Lázaro Báez, que llegó a su casa junto a su mujer. Comieron. Charlaron y pasada la medianoche, Néstor y Cristina quedaron solos. Esa iba a ser su última noche. Siete horas después, Néstor se empezó a sentir mal. Ese dolor lo iba a detener, ya no era una alarma. Juan Cruz Sanz
LAS ÚLTIMAS HORAS DE LA PRESIDENTA EN SANTA CRUZ. Cristina recibió al párroco y luego pidió quedarse sólo con su familia
Hizo desalojar la residencia de Calafate para despedirse de Néstor Kirchner
El Calafate. 22.30. Cristina no lo dudó y ordenó desalojar la residencia Los Sauces. El día fatídico no quería terminar. Ya no estaba sola. Junto a su madre, Ofelia Wilhelm, su hermana Giselle, la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner y su hijo Máximo, intentaba recuperar aire. Así, todos los ministros empezaron a abandonar el chalet y dejaron por unos minutos a Cristina junto su familia. Más tranquila, le pidió a Máximo que acompañara el cuerpo de su padre y los minutos empezaron a correr de nuevo. Ella levantó sus cosas, habló con los secretarios y partió rumbo al aeropuerto. La casa se vació.
Cerca de las 10 de la mañana, en El Calafate ese rumor se transformó en certeza. Cuando la noticia tocó la puerta de la parroquia Santa Teresita, el padre Lito quedó congelado. Levantó el teléfono y pidió hablar con Cristina, su amiga. Del otro lado, la Presidenta aceptó su llamado y le pidió que se acercara a la residencia. Todavía no había llegado Máximo.
Por la tarde, el párroco comentaría en los medios locales que la vio “muy fuerte” y con “mucho temple”. Una hora después de ese encuentro, llegaría Máximo.
El hijo mayor del matrimonio presidencial no lo iba hacer en soledad. Con él, llegó Rudy Ulloa, que había dejado por un momento su desaparición pública para estar en el aniversario de “Los Muchachos Peronistas”, ese brazo político que fundó junto a Kirchner, su amigo. Cuando se enfrentó con la realidad, Rudy, algo así como un hijo más para los Kirchner, no aguantó la situación y se quebró. Se descompensó y tuvo que recibir atención médica. Así, la despedida de Kirchner golpeaba con fuertes cachetazos. Sólo los funcionarios y los amigos del matrimonio pudieron llegar al corazón de la tristeza. Nadie más logró entrar a la intimidad de Los Sauces.

Por la tarde, el padre Lito ofició una misa en la que se pensó contar con la presencia de Cristina. Eso no ocurrió, pero cerca de mil personas inundaron la avenida Libertador, en la entrada al pueblo. Velas, lazos negros y una foto de Kirchner. En la primera fila, todo el gabinete de la provincia de Santa Cruz. A unos metros, en Los Sauces, la familia Kirchner no se despegaba de su dolor. “Esta mañana entendí por qué Néstor la llamaba la Presidenta coraje”, aseguró el padre Lito en parte de la misa.
En Santa Cruz, cada uno abrazó a quien tenía que abrazar. Ese característico silencio de los pueblos, ayer, fue ensordecedor. El 8 de octubre, Kirchner afirmó en Río Gallegos que volvía a Santa Cruz a pelearla. Esa pelea que tenía ganas de dar no era la que perdió ayer. Era esa que forjó su vida. Esa que su familia acompañó, como ayer, una vez más.