Murió SandroEl cantante peleó hasta el final y todo el país lo llora

Murió Sandro
El cantante peleó hasta el final y todo el país lo llora

En un mismo día, pasó dos veces por el quirófano y su debilitado cuerpo no lo resistió. Falleció a las 20.40 por un shock séptico en el hospital Italiano de Mendoza, donde había recibido un trasplante de corazón y pulmones el 20 de noviembre. Tenía 64 años.

“Siempre le pone pilas a todo”, había dicho hace diez días su cardiólogo, Sergio Perrone. Y Sandro luchó, y luchó. Pero ayer a las 20.40, tras afrontar la sexta intervención tras el trasplante de corazón y pulmones, murió en el Hospital Italiano de Mendoza. Tenía 64 años.

"Sandro de América", una invención de Roberto Sánchez

El día había comenzado con una mala noticia. El domingo alrededor de las 22 ingresó otra vez al quirófano y lo operaron hasta las dos de la mañana de ayer por una nueva fístula en el bronquio izquierdo. “Estamos en un cuadro crítico y ahora cada minuto cuenta”, dijo Claudio Burgos, el cardiocirujano mendocino que lo trasplantó el 20 de noviembre, al dar el parte médico del mediodía. Su rostro, como el de Perrone, que lo acompañó frente a los periodistas, mostraba la preocupación de todo el equipo médico que asistía al Gitano. “No podemos hablar del futuro. Tenemos que salir de este cuadro”, agregó Burgos.

Poco antes, la encargada de Hemoterapia del Hospital Italiano, Cristina Cangiani, había pedido de manera urgente 40 dadores de sangre para recomponer las reservas que tras la nueva operación estaban cerca de agotarse. Sin embargo, sólo se presentaron cuatro donantes.

La peor noticia. Las fanáticas del Gitano que se habían reunido en la puerta del Hospital Italiano de Mendoza lloran al enterarse de su muerte

Cerca de las 15 comenzó a circular la versión de que Sandro había ingresado nuevamente al quirófano. El rumor resultó cierto, pero no hubo una confirmación oficial hasta las 18. En ese lapso la expectativa fue creciendo, y comenzaron a sumarse fanáticos del ídolo en las cercanías del hospital, a quienes no detuvo el calor sofocante de la tarde mendocina. En esta nueva intervención, que Burgos se ocupó de aclarar que “no fue una operación”, al artista se le realizó un drenaje pleural para limpiar los bronquios. Pero el parte médico posterior a esa práctica tampoco trajo buenas noticias.

Pocos minutos después de las 19, en una conferencia de prensa improvisada en la puerta del hospital, Perrone y Burgos confirmaron que la salud del ídolo pendía un hilo. “Es el peor momento desde su ingreso”, sentenció Burgos.

La rendija de esperanza se había abierto el viernes 20 de noviembre cuando, a las 3.30 de la madrugada, Olga Garaventa, la mujer de Sandro, recibió un llamado para avisarle que había aparecido un donante compatible. El operativo de trasplante duró 15 horas. Movilizó a la Policía y la Gendarmería, y un jet privado que lo trasladó y volvió a Buenos Aires a buscar los órganos. Sandro entró al quirófano a las 16.20 y una hora después llegaron los órganos. A las 20, el nuevo corazón comenzó a funcionar con ayuda de una máquina; 40 minutos más tarde, latía solo. Pero esa misma noche surgió la primera complicación: perdía mucha sangre y volvió a quirófano por cuatro horas más.

En la primera etapa del posoperatorio, la sorpresa por su recuperación se veía en la sonrisa de sus médicos. “El corazón y los pulmones están funcionando dentro de lo esperado”, dijo entonces el director del Hospital Italiano, Miguel Nicolás. “Pasa la mayor parte del tiempo escribiendo sus emociones y sensaciones”, contó Perrone cuando se cumplían las 72 horas posteriores al trasplante. Al cuarto día dieron el gran paso: le quitaron el respirador. Sandro respondió bien por unas horas y pudo hablar. “Que venga Olga”, fue lo primero que dijo. Pero al día siguiente volvieron a intubarlo y le hicieron una “toilette bronquial” para eliminar la acumulación de secreciones. Las horas conectado al respirador trajeron otra complicación: una fístula traqueal –un orificio en la membrana de la tráquea implantada por problemas de cicatrización– obligó a operarlo de nuevo el 1° de diciembre.

Sandro se recuperó y a los cinco días pasó a cuidados intermedios, pero quedó débil. Una bacteria intrahospitalaria le produjo episodios febriles, y los médicos insistieron en hacerle una traqueotomía para favorecer la asistencia respiratoria y permitir que fuera alimentado por boca. La operación se realizó el 12, tras una cirugía para limpiar la secreción acumulada.

Cuando comenzaba a ingerir alimentos semisólidos, un cuadro de neumonía en el pulmón derecho volvió a complicar. Empezó a superarlo trabajosamente, pero el 22 volvió al quirófano por una fístula bronquial. Entonces, los médicos admitieron la falta de alternativas: “Esperamos que mejore. Creemos que no toleraría una nueva operación”, declaró el doctor Burgos. Pero, de nuevo, en menos de 24 horas tuvo que pasar por otras dos prácticas en el quirófano. Su cuerpo, demasiado débil, no pudo resistirlo. Burgos fue el encargado de comunicarlo: “A las 20.40 Roberto Sánchez dejó de existir debido a un cuadro de shock séptico que se complicó con una necrosis. Lamento lo ocurrido”. La pelea, de los médicos, de su familia y especialmente del propio Sandro, siguió hasta el final. Pero la enfermedad terminó arrinconándolo.

En el Departamento de Maipú la gente se volcó masivamente a las calles para despedir a Sandro. En el Departamento de Maipú la gente se volcó masivamente a las calles para despedir a Sandro.

SANDRO ÍDOLO PARA SIEMPRE

Esta es la historia de un hombre que quería ser cantante de rock and roll y se tuvo que conformar con ser mito. Es también una historia que se resiste a ser fábula: aquí no hay moraleja, apenas misterio. Estamos hablando de una de las invenciones más minuciosas e intrigantes del espectáculo argentino. El decía que Roberto Sánchez inventó a Sandro. A esta altura, habrá que sospechar firmemente que Roberto Sánchez era Sandro y que finalmente ésta fue la historia de un hombre que se inventó a sí mismo.

Como todos saben, antes de ser “de América” Sandro fue de Valentín Alsina. El dato no resulta menor para la construcción eficaz de la leyenda: como Gardel o Maradona, su origen humilde y suburbano lo proveyó de una sabiduría extraña: con el marco inasible de su carisma y su risotada imbatibles, Sandro solía decir mentiras perfectas que sonaban a verdades absolutas. Como los chicos, sabía jugar los juegos con la seriedad que corresponde. Conocía sus límites y los límites del artificio. Todas estas características no son otras que las que definen a un artista.

"El gitano""El gitano"

Sandro era un artista que además cantaba. Se consagró cuando sacudió la pelvis en Sábados Circulares de Mancera. Venía de frecuentar la bohemia de La Cueva, el sótano donde Litto Nebbia, Miguel Abuelo, Tanguito, Moris, Javier Martínez y otros fundaron el rock argentino. Con el primer dinero se compró una Moto Guzzi modelo 46 que estacionaba en el cordón de los conventillos de Alsina. Su padre, Vicente, trabajaba en el frigorífico Wilson. Su madre, Nina, leía historias árabes en el palier.

El seguía parando en el Bar Pancho, pero ya esporádicamente. Cada vez tenía más shows, fama y dinero. Por entonces comenzó a acuñar frases y sentencias que repetiría por décadas con el énfasis de quien las dice por primera vez: “De mi casa para afuera soy Sandro; de mi casa para adentro, Roberto Sánchez: yo no compro lo que vendo”. “¿Mi secreto? No tengo: simplemente uso jeans como si fuera un esmokin y esmokin como si fuera jean”. “Mi única obsesión es no dar lástima en el escenario”.

Después de cantar en el Madison Square Garden de Nueva York, el 11 de abril de 1970, en uno de los primeros eventos musicales televisados en vivo a buena parte de América, el éxito desfondó cualquier previsión.

Con Susana Giménez, co-protagonista de "Tu me enloqueces"

El fenómeno de Los Beatles había cambiado drásticamente los modales en relación entre fan y artista: corrían tiempos de fiebre enfervorizada, amor y locura. Sandro comenzó a filmar películas populares —que no buscaban otra cosa que cabalgar sobre el suceso musical y afirmarlo—, y a mantener una sorda competencia con otros exitosos cantantes de la época, como Palito Ortega y Leonardo Favio, en la conquista de América.

Todavía no era el mito indiscutible. Era, sí, el ídolo de una buena porción de los jóvenes. Para los que gustaban del rock nacional o, por ejemplo, de cantantes de los llamados “testimoniales”, como Joan Manuel Serrat, Sandro era un cantante “complaciente” que basaba todo en su imagen.

Cuando empezó a dejar de ser el remedo criollo de Elvis Presley para —por el paso del tiempo o por simple intuición artística— ir vislumbrándose como el crooner que era, Sandro observó cómo el furor menguaba. Ya había dejado de ser un fenómeno discográfico, ya su búnker de Banfield se había convertido en el hogar blindado que lo aislaba de las desmesuras del fervor pop y, al mismo tiempo, en una usina de rumores desopilantes.

Si a principios de los ‘70 tuvo que desmentir supuestos contactos “con la guerrilla”, tiempo más tarde le endilgaron hijos (“a partir de hoy parece que tengo exactamente 35 hijos”, ironizó en 1977), variadas inclinaciones sexuales, enfermedades y un variopinto desfile de mujeres por su cama.

Lo concreto es que la vida íntima parecía bastante más discreta que las fantasías alimentadas desde diferentes fuentes: la ocupaban simplemente algunos amores (Julia Viscani, Tita Rouss, quizá María Marta Serra Lima, después María Elena Fresta) y el cuidado de su madre Nina. Sus vicios continuaban intactos o más bien en franco ascenso: la bebida (en este orden: champagne, whisky, gin) y una cantidad de tabaco que durante dos décadas rondó los 80 cigarrillos diarios. “Nadie maltrató tanto su cuerpo como yo”, dijo alguna vez entre el arrepentimiento y la vanagloria.

La historia de Sandro era, también, espejo de la de los valores de cierta clase media barrial. A pesar de que en él se hacían carne muchos de los contrastes y contradicciones de la argentinidad (en 1982, por ejemplo, dijo que quería ir a las Malvinas “no a cantar para los soldados, sino para pelear”), el prototipo no llegó a degenerar en caricatura. Sandro defendía a la madre, a la familia y a la Patria (en sus shows ponía una bandera argentina en un costado del escenario).

Criticaba sin medias tintas a los políticos y detestaba a las guarderías infantiles y a los geriátricos. Por eso, él mismo cuidó en Banfield a su madre durante su larga convalecencia. También por amor a la familia, “adoptó” a los cuatro hijos de su mujer, María Elena Fresta.

La trascendencia de algunos pormenores de la relación con María Elena fueron una de las escasas concesiones a la divulgación de su vida privada. Apenas un pequeño trozo de misterio arrojado a la multitud. “Estoy soltero nuevamente”, declaró Sandro a una radio de Lanús en marzo de 2005, confirmando su separación de María Elena, con quien había convivido 15 años. Pero jamás develó los motivos de la ruptura. Luego se supo que en abril del mismo año comenzó una nueva pareja con María Olga Garaventa, de 53 años, ex secretaria de su manager, y que lo acompañó en los últimos años.

Olga Garaventa hablando con los medios presentes afuera del hospitalOlga Garaventa hablando con los medios presentes afuera del hospital

María Olga, con la que se casó en 2008, fue su sostén en los peores momentos de su salud. En abril de ese año se supo que su nombre figuraba en la lista de espera del INCUCAI para un doble trasplante de pulmón y corazón. Después de meses de incertidumbre, la operación se concretó el viernes 20 de noviembre en el Hospital Italiano de Mendoza, y fue realizada por un equipo a cargo del neurocirujano Claudio Burgos. Fue un éxito: en las primeras horas, Sandro evolucionó de acuerdo a lo esperado por los médicos. Sin embargo el martes 1° de diciembre tuvo que someterse a otra operación, debido a un problema de cicatrización en la región traqueal que se produjo a los 10 días de su trasplante. A esta intervención —para colocarle una fístula entre la tráquea y el bloque pulmonar— se sumó otra intervención el 12 de diciembre: un germen provocó una serie de desarreglos y hubo que practicarle una traqueotomía. El 17 se le diagnosticó una neumonía, y en la madrugada del 22 volvió a ser operado, para resolver un nuevo inconveniente en la tráquea. El 4 de enero sufrió dos nuevas operaciones. Estas complicaciones derivarían en su muerte.

Pareciera que siempre tuvo la convicción de estar siguiendo un guión formidable, a medida de sus deseos y ambiciones, que hasta ayer no dejó de perfeccionar. Un texto que comenzó a escribir hace más de 40 años en un patio de Valentín Alsina. Ahí donde ser vecino era mucho más que vivir en la casa de al lado. Allí, donde tantos años después, los recuerdos despiertan sólo gestos de cariño.

Sandro, el ídolo, Roberto Sánchez, había nacido en la Maternidad Sardá a las 3.20 del 19 de agosto de 1945.

Mariano Del Mazo