De la Rúa renunció cercado por la crisis y sin respaldo político

Lo arrinconó el estallido social, que ya causó 25 muertos. E intentó un acuerdo de “unidad nacional” que la oposición rechazó. Hoy lo reemplazará Puerta y el peronismo define la sucesión.

La renuncia de Fernando de la Rúa no sorprendió a nadie. Por el contrario, la salida anticipada del Presidente trajo algo de alivio a una sociedad angustiada por el estallido social que produjo 25 muertos y más de 400 heridos, víctimas de la crisis económica que ha puesto a la Argentina al borde de la cesación de pagos y en el centro de la atención mundial.

Por eso, a las 19.45 de ayer, cuando la violencia callejera y la represión policial alcanzaban su punto más salvaje en la Plaza de Mayo, el texto con la renuncia del Presidente fue distribuido entre los periodistas de la Casa Rosada. Nadie lo festejó. Ni siquiera los manifestantes que reclamaban el alejamiento de De la Rúa en la zona céntrica de Buenos Aires. El estruendo de las balas y de las sirenas logró que por allí apenas algunos pocos se enteraran.

Siete minutos más tarde, el Presidente que ya había dejado de serlo subió a un helicóptero y dejó definitivamente el poder. Lo acompañaba su edecán, Gustavo Giacosa. Lo saludaban con la mano el canciller, Adalberto Rodríguez Giavarini, y el ministro de Turismo, Hernán Lombardi, quien no podía disimular una lágrima. El viento que cruzaba el helipuerto despeinaba el pelo escaso de De la Rúa. El 15 de septiembre cumplió 64 años.

El helicóptero que trasladó a De la Rua hacia la residencia de Olivos despega ayer a las 19.52. Poco antes, el presidente había firmado su renuncia

Hoy habrá una Asamblea Legislativa a las 11 de la mañana que aceptará la renuncia del Presidente. El presidente provisional del Senado, el misionero Ramón Puerta, se hará cargo formalmente del poder y luego dará paso a que el reemplazante de De la Rúa surja de la compleja situación interna que atraviesa el peronismo.

El Congreso tiene 48 horas para decidir quién será el próximo presidente de la Argentina. La decisión saldrá del acuerdo al que llegue el Partido Justicialista, que controla el Senado y la Cámara de Diputados desde el 14 de octubre, No será fácil. Tanto Puerta como el ex gobernador bonaerense Eduardo Duhalde aparecen como los más interesados en reemplazar a De la Rúa, pero pedirán quedar hasta completar el mandato, a fines del 2003.

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En cambio, los gobernadores peronistas de las provincias más grandes —el bonaerense Carlos Ruckauf, el cordobés José Manuel de la Sota y el santafesino Carlos Reutemann- preferirían que el PJ y la UCR armen un gobierno de coalición por un lapso breve (podrían ser dos o tres meses), para llamar luego a elecciones presidenciales anticipadas. Todos ellos, claro está, tienen intenciones de ser candidatos a presidente lo más pronto posible.

El nuevo Gobierno deberá enfrentar un gravísimo cuadro económico y social. La primera medida que deberá tomar, según lo prefieren la mayoría de los dirigentes peronistas, será una devaluación que deteriorará aún más a los argentinos. Hoy, por lo pronto, habrá feriado cambiario.

Puerta. Dos veces gobernador de Misiones, diputado y senador. Ahora será presidente de la nación

En medio de las especulaciones políticas, atrás quedó una nueva jornada de miedo. Al igual que el miércoles, ayer se produjeron saqueos a supermercados en todo el país. La variedad de ataques incluyó cuatro camionetas quemadas y 5 muertos en la Capital Federal y robos masivos en un local de la cadena de hamburguesas McDonald's. A la madrugada, desconocidos habían baleado la casa del ex vicepresidente Carlos "Chacho" Álvarez. Al atardecer, también hubo saña contra la sede del Comité Nacional de la UCR.

Pero fue la represión policial la que empujó a De la Rúa a dejar su cargo. A media mañana de ayer, agentes de la Policía Montada se enfrentaron a un grupo de Madres de Plaza de Mayo, en una imagen que recordó a la última dictadura militar.

Luego, los manifestantes espontáneos —que habían sido decisivos para precipitar anteayer la renuncia de Domingo Cavallo—, fueron perdiendo protagonismo a manos de militantes políticos con mayor gimnasia callejera. Entre estos últimos y la Policía se desató una batalla en las calles aledañas a la Plaza que fue creciendo en intensidad durante toda la tarde.

De la Rúa y sus ministros vieron esos combates por la televisión, sin tomar decisiones que pusieran fin a la violencia. Tal vez porque, para la tarde de ayer, el Presidente ya se había quedado sin poder. En definitiva, la debilidad política fue la característica básica de los 740 días de su gestión.

Por eso, el Presidente ensayó ayer la última jugada para recomponer la situación de su Gobierno. A las cuatro de la tarde, pronunció un discurso por televisión en el que volvió a convocar a la “unidad nacional" y le pidió al peronismo que ofreciera una respuesta para armar un esquema de coalición que hiciera frente a la crisis.

La respuesta del PJ le llegó casi de inmediato, Puerta lo llamó por teléfono al jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, y le dijo lo que todo el Gobierno ya esperaba.

—No, Chrystian... Me parece que ya es tarde para probar con algo así— fue la frase que ensayó Puerta para dar por terminado el juego. Al mediodía, los senadores y diputados del PJ le habían pedido al Presidente “un gesto de grandeza”. Por si faltaba algo, el peronista Humberto Roggero salió por TV a negar también cualquier posibilidad de acuerdo con un gobierno que encabezara De la Rúa.

Esa fue la última señal que esperó el Presidente para comenzar a escribir su renuncia. Lo hizo junto a Colombo, Giavarini y el secretario de la Presidencia, Nicolás Gallo. Fue el canciller quien le sugirió que la escribiera de puño y letra.

En esos minutos tensos del final de la tarde, De la Rúa habló con el jefe del bloque radical de senadores, el chubutense Carlos Maestro. Los dos coincidieron en que ya no había otro camino que la renuncia. Y fue Maestro quien habló con la prensa un rato después dando el alerta sobre el desenlace que se aproximaba.

A esa hora, casi las siete de la tarde, la violencia crecía en las calles argentinas y las centrales sindicales daban comienzo a un paro “por tiempo indeterminado” que agigantaba la incapacidad del Gobierno para resolver la crisis. El Presidente juntó entonces a sus ministros y les dijo lo que todos ya sabían: que renunciaba. “Hice todos los esfuerzos; convoqué a la unidad nacional y no fui escuchado”, se excusó.

Así terminó una gestión que comenzó con un De la Rúa votado masivamente hace dos años, como candidato de una Alianza que venció al PJ proponiendo justicia y trabajo, las dos demandas sociales más fuertes tras diez años de menemismo.

Pero la popularidad del Presidente sólo duró seis meses. A mediados del 2000 lanzó un impuestazo que golpeó a su base social —la clase media— y que profundizó la recesión que ya traía dos años. Después vinieron las crisis políticas, la renuncia de Chacho Álvarez; el incendio de Ricardo López Murphy en 15 días como ministro de Economía, y la era Cavallo, que se terminó ayer a la madrugada, con un cacerolazo que bajó de los mismos balcones que habían llevado a la Alianza al poder.

Entre los muchos misterios del poder que De la Rúa no entendió como presidente, el último fue el mensaje que llevaba ese cacerolazo nocturno: no era Cavallo el único destinatario. También a él le hizo saber la sociedad que su tiempo al frente de la Argentina había concluido.

Veinte horas después de la protesta, con la demora que caracterizó la mayor parte de su gestión, De la Rúa entendió el mensaje de los argentinos y renunció. Fernando González

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EL ÚLTIMO DÍA DE LA RÚA EN CASA DE GOBIERNO. En helicóptero, como Isabel, y entre el llanto de sus ministros

El Presidente abandonó la Casa Rosada por la terraza, a las 19.52. Unos minutos antes, le había pedido al fotógrafo oficial que le hiciera la última foto en su despacho. “Después mandámela”, le dijo.

Las hélices del helicóptero no se detuvieron en ningún momento y levantaron un viento como el que precede las tormentas. Sin levantar la vista del piso y con su corbata bordó flameando, Fernando de la Rúa corrió unos diez pasos abrazado por su edecán y un custodio. A las 19.52 el helicóptero se perdió en el aire.

Fue en la terraza de la Casa Rosada y Clarín fue testigo de la ceremonia del adiós. Hernán Lombardi, el más emocionado, se abrazó con Nicolás Gallo. Enseguida se sumó Juan Pablo Baylac, que tampoco pudo contener las lágrimas. Jorge de la Rúa recibió el saludo de la secretaría privada de su hermano, Ana Cerusco, Horacio Aiello, Ricardo Ostuni y Héctor Lombardo también participaron.

El encargado de acompañar a De la Rúa en el viaje del final fue el teniente coronel Gustavo Giacosa, en su primer día como edecán presidencial. La decisión de utilizar el helipuerto de la Casa Rosada se discutió casi tanto como la renuncia. Muchos aconsejaron que saliera por la explanada de Rivadavia, como todos los días. Pero al final se impuso la recomendación de la custodia.

El helipuerto no se utilizaba desde la Semana Santa de 1987 cuando Raúl Alfonsín partió rumbo a Campo de Mayo para negociar el rendimiento de Aldo Rico. Para evitar algún daño en su estructura, esa vez el helicóptero no se apoyó sobre la Casa de Gobierno.

Pero la imagen que todos teníamos en la cabeza era la de la presidenta Isabel Perón, el 24 de marzo de 1976, yéndose engañada en su helicóptero.

Tres minutos antes de subir a la terraza, De la Rúa salió de su despacho principal y llamó al fotógrafo de Presidencia Víctor Bugge. “Vení, sacame la foto que me tenés que sacar”, le dijo antes de sentarse en su escritorio. Entonces, los que se emocionaron fueron Chrystian Colombo, Andrés Delich, Horacio Jaunarena y algunos empleados. “Después mandámela”, le pidió De la Rúa al fotógrafo antes de ingresar al ascensor.

Último acto. De la Rua, ayer, en el despacho presidencial, unos minutos antes de abandonar la Casa de Gobierno. Pidió que le sacaran una foto

En su último día como presidente, De la Rúa llegó ayer a la Casa de Gobierno 11.50. Entre reunión y reunión sólo almorzó un yogur con gelatina. La televisión de su despacho estuvo todo el tiempo encendida.

A las 16.10 hizo su último discurso, calificado por uno de los íntimos (que lo acompañó hasta el final de la jornada) de “tan autista” como el del miércoles, cuando declaró el estado de sitio e instaló la desobediencia civil en la Argentina.

Sólo lo acompañaron Gallo, Colombo, Baylac y Adalberto Rodríguez Giavarini. “Estamos aguardando que se sumen más ministros”, dijo antes de comenzar a hablar. Pero ningún otro funcionario se subió al estrado.

Ni bien terminó volvió a su despacho. “Ahora vamos a empezar a hablar con los gobernadores”, dijo y se encerró con Giavarini y Colombo. Habló con Carlos Ruckauf, Adolfo Rodríguez Saá y el titular de Diputados, Eduardo Camaño.

Todo fue en vano y enseguida comprendió que era tarde ensayar alguna maniobra para hacer correr algún costo político al peronismo.

También De la Rúa entendió que los cacerolazos del miércoles a la noche eran un mensaje popular inapelable. Se tenía que ir ya para evitar males mayores y más muertos.

Por la tarde, los rumores señalaron que su familia lo esperaba en Montevideo. Pero su mujer y sus hijos estuvieron unas horas en la Rosada y después volvieron a Olivos. “Estoy hecho mierda”, le confesó Antonito a un amigo que integró el Gobierno.

Durante la redacción de su renuncia sólo lo acompañó Rodríguez Giavarini. De la Rúa quería pasarlo a máquina pero el ex canciller lo convenció que fuera de su puño y letra. El ex secretario legal y técnico, Virgilio Loiácono, fue el encargado de llevar la renuncia hasta el Congreso.

Domingo Cavallo no llamó en todo el día. Sólo mandó pedir que se reforzara la custodia de su familia.

Ramón Mestre casi no estuvo junto a De la Rúa. El ex ministro de Interior se había enojado. “Estoy desde las 8 de la mañana diciéndole que hace falta un cambio en el rumbo económico y no me escucha”, se quejó. De hecho, cerca del mediodía comenzó a guardar sus papeles en cajas y amagó con irse a su casa. "Ya no soy ministro", le respondió a un periodista que le preguntó por la represión en Plaza de Mayo.

Otro que comenzó a embalar sus cosas desde temprano fue el vocero Baylac. “Cuántas porquerías se juntan en tan poco tiempo”, se quejó. Muchos copiaron su idea y las cajas desaparecieron enseguida. Atilio Bleta y Mariano Thieberger

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Los muertos ya son 25, después de dos días de caos social en todo el país

Como el miércoles, hubo víctimas fatales por enfrentamientos con la Policía y por saqueos. La Capital, el conurbano y Rosario fueron los lugares con más muertos. Clima de conmoción.

Veinticinco muertos en seis provincias y la Capital, y más de 400 heridos son los indicadores más claros del pico de hipertensión social que se volvió a vivir ayer en el país y que terminó con la renuncia de Fernando de la Rúa.

Entre el miércoles y ayer hubo nueve muertos en el conurbano, cinco en la Capital Federal, cinco en Rosario, dos en Paraná y uno en Corrientes, Córdoba, Santa Fe y Cipolletti. Anteayer habían muerto siete personas, es decir: ayer se triplicaron las víctimas fatales.

La jueza María Romilda Servini de Cubría intentó parar la represión, pero un jefe de policía le dijo que sólo respondía al Poder Ejecutivo, por el estado de excepción. Anoche, la jueza ordenó a la Gendarmería patrullar la Capital.

En Ciudadela se reparten bolsas de alimentos provistas por los supermercados para evitar los saqueosEn Ciudadela se reparten bolsas de alimentos provistas por los supermercados para evitar los saqueos

» La Plaza de Mayo fue el escenario de los enfrentamientos más violentos. La represión duró toda la jornada y dejó a la ciudad sitiada entre vallados policiales y barricadas defensivas de los manifestantes.

Se vio a un hombre agonizar sobre la Avenida de Mayo, con un tiro que le perforó el cráneo. Y a otro que dejó de respirar, pese a los masajes cardíacos que le hacían en la 9 de Julio. Como en 1988, volvieron a robar en las vidrieras de la sastrería Modart.

La Casa Rosada, el Congreso, el Obelisco, la casa de Domingo Cavallo y las plazas públicas fueron puntos de reunión espontánea, protesta y represión.

» Y en el Gran Buenos Aires hubo otra vez saqueos a supermercados, la modalidad que el miércoles empezó a sepultar a la administración radical. Almirante Brown, Merlo, La Matanza y Quilmes fueron ayer las zonas más críticas. Tienen el denominador común de una honda crisis social.

Saqueos en un pequeño supermercado de Tres de Febrero Saqueos en un pequeño supermercado de Tres de Febrero

La agitación generalizada significó un gesto de rebeldía de la población al estado de sitio que impuso De la Rúa el miércoles, y que impedía por ejemplo toda reunión de más de tres personas.

Desde que volvió la democracia, nunca se había visto tal nivel de ebullición, ni tan feroz respuesta policial.

Varios supermercados de las principales capitales decidieron repartir bolsas de comida. En el barrio de Once, un supermercado lo hizo anoche después de que le rompieron las vidrieras.

En las manifestaciones se cantaron consignas contra toda la clase política. El humo blanco de los gases lacrimógenos chocaba contra el humo negro de las fogatas que armaban los manifestantes para respirar.

Las imágenes mostraron ayer mil veces una Argentina conmocionada.