“Sui Generis” y 30.000 adoradoresUna catarata que no se interrumpe
Nito Mestre
MúsicoLuna Park, recital de despedida de Sui Generis: dos funciones seguidas, con no menos de 15.000 espectadores cada una, fervor juvenil derramado en dos horas que sacudieron hasta las paredes del estadio y ratificación de que el rock moviliza muchedumbres. El espectáculo en sí mismo mostró un progreso en la presentación gracias al manejo de las luces, siempre atento a dar sugestión cambiante a cada tema.
El tratamiento musical, aunque abusa de la amplificación, deja bastante margen para la individualización de los instrumentos, en especial de los de tecla. Y esto es un acierto, porque algunas de las “pianadas” (el vocablo no existe, pero vale la pena crearlo) son memorables. Raramente se encuentra tan crepitante imaginación para tomar un cauce, abandonarlo, regresar parcialmente a él como un movimiento de espiral, multiplicar las variantes rítmicas alternando los tiempos de apoyo, las síncopas y los saltos armónicos, y finalmente desembocar en un gran cauce melódico que no necesita del énfasis para ser una culminación sonora. En esos pasajes de Carlos García el recital alcanza su mejor punto, y la misma temperatura se logra con el paso de los temas al teclado del órgano electrónico, siempre cuidando la peculiar naturaleza tímbrica de cada instrumento.
Hay buena cooperación de bajista, rítmicamente justo y con sonoridad bien balanceada (cosa que en el Luna Park es difícil de lograr), e inclusive la batería enriquece bastante el torrente sonoro, aunque sin ocupar un lugar verdaderamente descollante. El canto queda más en segundo plano por razones de calidad vocal y cierto descuido de la materia cantable. Hay que decidir si se canta para añadir un timbre más o si se entona con intención de hacer llegar un mensaje poético. Si no se pone esto en claro, el perfil del conjunto puede quedar desdibujado.

Sui Generis no continuará en su formación actual. Esto puede ser un punto de partida para revisar lo hecho hasta ahora y proponerse otras metas. El estilo rockero no es una academia. Como el jazz, admite infinitas variantes. Es un estilo juvenil: guste o no, allí está, como una catarata. Puede cambiar de lugar, pero difícilmente perderá el caudal.
N.C.