Trágica muerte de Bonavena

Sergio “Maravilla” Martínez

Boxeador

Oscar Natalio Bonavena fue asesinado en la ciudad norteamericana de Reno, Nevada. El guardián de un lugar de esparcimiento le disparó con un fusil, desde treinta metros. El desgraciado suceso se produjo en las primeras horas de la víspera. La información no precisa los pormenores del hecho, ni siquiera el detalle respecto a si el boxeador entraba o salía del lugar. El autor del asesinato se negó a declarar, al igual que el único testigo. Vecinos y amigos se congregaron en el domicilio de la madre.

El arma utilizada fue un poderoso fusil de caza. Bonavena se hallaba en ese momento en el portal del lugar nocturno Mustang Ranch. “Ringo” fue alcanzado en el tórax, y dejó de existir en forma instantánea. La desgraciada escena se produjo a 40 kilómetros de Reno, ciudad perteneciente al estado de Nevada, Estados Unidos.

Aún no han sido aclarados los motivos. Solo trascendió que cerca de su auto, y muy próximo al elevado cerco de alambre tejido que rodea al establecimiento, Bonavena recibió el impacto mortal. Este fue efectuado por Willard Ross Brymer, de 31 años de edad, miembro del personal de seguridad del local. Brymer fue detenido, negándosele la libertad bajo fianza.

Tapa, 23 de mayo de 1976

Según manifestaciones del jefe de policía, el mencionado custodio se negó a prestar declaraciones. Lo mismo ocurrió con el único testigo del hecho. El funcionario policial expresó que se ignoraba si Bonavena quería ingresar o salir en esos momentos del establecimiento. Este es propiedad de Joe Conforte, el promotor de la última pelea del boxeador.

El jefe de policía informó a la prensa que tenía conocimiento de algunos problemas causados por nuestro compatriota. Sin embargo, los mismos nunca tuvieron carácter de denuncia formal. El fusil empleado fue encontrado en el interior del local. El dueño de éste dormía en momentos que se producía la muerte de Bonavena, ocurrida aproximadamente a las 6 de la mañana.

El púgil estaba aparentemente solo ante las puertas del edificio. Su automóvil había quedado en el parque de estacionamiento. La policía comunicó que Bonavena fue alcanzado por un solo proyectil, de calibre 30.06, disparado desde 30 metros.

Frente del local nocturno. A pocos pasos del Mustang Ranch fue asesinado Oscar Bonavena en la madrugada de ayer. En primer plano aparece el propietario del establecimiento, Joe Conforte quien dormía mientras se producía la tragedia.

Una circunstancia, producida hace pocos días, puede estar enhebrada con el episodio. En aquel momento había sido incendiada la casa rodante propiedad de Bonavena, desapareciendo sus documentos.

El boxeador iba a cumplir 34 años el 25 de septiembre y en el domicilio de su madre y algunos de sus hermanos se centralizó el dolor en la jornada de ayer. La noticia se conoció poco después de las 15, y hacia la esquina de Treinta y Tres y Gibson se dirigieron muchos amigos, quienes se sumaron a la gran cantidad de vecinos.

La puerta de entrada permanecía custodiada por un allegado a la familia. En un aparte con Clarín, Carlos, uno de los hermanos, manifestó: “Sabemos lo mismo que ustedes. Mi madre está muy triste, aunque todavía no sabe la verdad, Sufre del corazón y sería un golpe terrible Mañana —por hoy— a la madrugada viaja mi hermano Vicente para solucionar todos los detalles y aclarar — las cosas.Yo no quiero ir, porque si no armo un lío bárbaro. No lo podemos creer...”

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Profundo pesar de Cassius Clay

La noticia de la trágica desaparición de Oscar “Ringo” Bonavena se desparramó muy pronto por todo el mundo. Los mismos teletipos que en muchas ocasiones informan acerca de su actividad boxística, se encargaban ahora de transmitir éste, su “último round”. Sudáfrica no fue la excepción. En su capital, Johannesburgo, otro argentino se enteró de la desaparición de Bonavena. Víctor Galíndez, poco después de retener la corona mundial, manifestaba: “Es una cosa increíble escuchar la noticia de su muerte”.

También manifestó su dolor el campeón mundial de los pesados. Cassius Clay dijo que se sentía profundamente perturbado al enterarse del deceso. “Era un buen boxeador y lo respetaba. Fue grande, poderoso, y tuve que recurrir a todos mis recursos para vencerlo”. El moreno, con un rostro que evidenciaba acusar el impacto de la tragedia acotó: “Siento sinceramente que haya muerto”.

Ringo Bonavena y Muhammad Ali en el Madison Square Garden.

El manager de Clay, Angelo Dundee, expresó que “Bonavena fue un gran boxeador. Realmente un púgil de primera línea en toda su campaña”. Corroborando esa apreciación, Dundee agregó: “Peleó en todo el mundo, pero siempre lo hizo con hidalguía. Simplemente, tuvo la mala suerte de que había mejores boxeadores en su época. Fue un contendor bastante difícil para Clay y derribó dos veces a Frazier, en una de sus mejores peleas”.

Nuestro compatriota realizó muchos de sus combates en Estados Unidos. Allí comenzó precisamente a cimentar su prestigio. Es por eso que varios de sus adversarios se asociaron a la muestra de pesar. Un ex campeón del mundo, Jimmy Ellis, se refirió a la muerte de Bonavena, a quien derrotara por puntos en un combate a 12 vueltas realizado durante 1967. El moreno expresó una frase que resume su aprecio por el desaparecido púgil: “Además de ser un buen boxeador, Bonavena era una excelente persona”.

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Fue un inesperado final

Su primera pelea como profesional en Buenos Aires la realizó ante Rodolfo Díaz. Subió y bajó del ring bajo un concierto de silbidos. El triunfo obtenido esa noche no logró neutralizar la molestia que causaban sus declaraciones de tipo promocional a las que la gente no estaba acostumbrada. Además, estaba todavía latiente aquella anécdota de los Panamericanos de San Pablo, cuando en un momento de desorientación mordió a su ocasional adversario, Lee Carr.

Pero poco a poco, todos lo fueron aceptando así como era. Exultante, hablador, a veces casi fanfarrón, pero por sobre todo, muy espontáneo. Comprendieron que Oscar Bonavena era un chico grande, sin ninguna intención.

Oscar Natalio Bonavena

Y aquellos silbidos se trocaron en aplausos. Cada vez que combatía en Estados Unidos, era mayor la expectativa. Ganando o perdiendo iba entrando de lleno a ese lugar tan especial en el corazón de los hinchas que solo está reservado para los ídolos. La noche que le ganó el título nacional a Gregorio Peralta, logró un doble triunfo. Porque aquella noche, el cemento del Luna Park vibró ante una multitud enfervorizada que vivaba a “Ringo”.

La Argentina boxística, entonces, le fue quedando chica. Con un boxeo que ciertamente no logró entusiasmar a los puristas, pero dotado de un enorme corazón, Bonavena trascendió definitivamente a los planos más grandes del pugilismo mundial. Alguna vez perdió la gran chance cuando tuvo al borde del KO a Joe Frazier —tras tirarlo dos veces— para ceder luego por puntos. Pero lo suyo era tan particular que esa, y alguna otra derrota, como frente al mismo Frazier, Jimmy Ellis y una de las últimas ante Floyd Patterson, no mellaron ni su popularidad ni tampoco la ubicación privilegiada en el ránking mundial que todavía ostentaba ayer, en el momento de su trágica muerte. Parecía paradójico, pero esas derrotas no disminuían su prestigio. Es que en todos los casos, más allá de cualquier inferioridad boxística ocasional, su entrega total al servicio del espectáculo lo convertía en un imán hacia las multitudes.

Ringo Bonavena durante el pesaje previo a la pelea con Joe Frazier en Nueva York, en septiembre de 1966. Ringo Bonavena durante el pesaje previo a la pelea con Joe Frazier en Nueva York, en septiembre de 1966.

Muchas veces se dijo que Bonavena constituía un caso muy particular por cuanto sin poseer cualidades superlativas, había llegado a alturas vedadas para otros quizá mejor dotados. Era cierto. Pero nadie le regaló nada. Su esfuerzo personal lo hizo trascender a los lugares de privilegio. Nada, boxísticamente, le resultó fácil. Su pelea con Cassius Clay fue la más clara expresión de ello. Se encontró con ese fenómeno del boxeo cuando éste recién retornaba a la actividad tras aquella prohibición por su negativa a prestar el servicio militar.

Muy pocas veces Clay estuvo tan bien preparado como para esa pelea. Solo así pudo superar a un Bonavena que con enorme vergüenza profesional le pegó como muy pocos pudieron hacerlo. Alguna vez también aceptó sin chistar una pelea con Alvin “Blue” Lewis, aun a sabiendas que nadie, ni los más encumbrados, estaban dispuestos a encontrarse con ese gigante en un mismo ring. Pero así, en las difíciles, Bonavena logró el reconocimiento total, aun de aquellos que alguna vez concurrieron a un estadio para verlo perder.

Últimamente, tras varios alejamientos, intentó volver al lugar privilegiado entre los pesados del mundo. En nuestro medio, Raúl Gorosito fue el último rival.

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Más recientemente, justamente en Reno, el lugar de su trágica muerte, batió a Billy Joiner. Los empresarios, siempre conscientes de su popularidad, estaban planeando un combate con Ken Norton.

Pero él soñaba con volver a encontrarse con Cassius Clay. Era su sueño. Era lo último que le pedía a ese boxeo que, como él mismo lo reconoció siempre, le había dado la oportunidad de ser alguien, tal como lo había soñado en su infancia en Parque Patricios.

Muy lejos de los suyos, cuando se aprestaba a retornar a Buenos Aires, la fatalidad interrumpió ese constante codearse con la fama. Los cables trajeron la noticia inesperada. El crimen inexplicable. Oscar Bonavena ha muerto. Pero difícilmente entrará en el olvido. Nada podrá borrar su trayectoria deportiva.